

Las dietas “sin” están de moda. En los supermercados podemos encontrar fácilmente decenas de productos etiquetados como “sin gluten” o “sin lactosa” y cada vez más cafeterías, heladerías, panaderías o restaurantes prescinden de estos ingredientes en sus productos.
Según la Fundación de la Enfermedad Celíaca (Celiac Disease Foundation), la celiaquía afecta a una de cada cien personas en el mundo; en el caso de la intolerancia a la lactosa, se estima que el 65 % de la población mundial tiene una capacidad reducida de digerir la lactosa después de la infancia. A pesar de estos porcentajes, cada vez más personas deciden dejar de consumir estos 2 componentes simplemente porque creen que no son sanos o que les pueden causar problemas de salud.
Elena Verdú, investigadora y profesora asociada de la división de gastroenterología del departamento de medicina de la Universidad McMaster, en Canadá, advierte sin embargo de que seguir una dieta sin lactosa o gluten puede resultar una mala elección para nuestra salud. Además, al cambiar nuestra alimentación podemos alterar nuestra microbiota intestinal, lo cual acarrea problemas de salud reales. Verdú asistió a la Cumbre Mundial sobre Microbiota Intestinal para la Salud de París este mes de marzo pasado y allí tuvimos la oportunidad de entrevistarla.
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