Hace ya siglos que se conocen los beneficios para la salud de los  alimentos fermentados: se obtienen por la presencia de microorganismos vivos en los alimentos y la modificación de los ingredientes alimentarios durante la fermentación.

Sin embargo, escasos son los estudios que han explorado a fondo el papel de los alimentos fermentados en la composición y la actividad de la microbiota intestinal en grandes poblaciones. Esto se debe en parte a que los análisis en laboratorio de la microbiota a partir de muestras fecales presentaban ciertas limitaciones técnicas. Algo que se ha solventado en la actualidad, ya que las nuevas técnicas de biología molecular permiten acceder con mucha facilidad al material genético de las bacterias y caracterizar así la composición y la función del microbioma intestinal.

Para un nuevo estudio del American Gut Project, Rob Knight y sus colaboradores de la Universidad de California, en San Diego, han reunido una cohorte de 6.811 sujetos, con la intención de determinar la manera en que los alimentos fermentados afectan a la composición y a la función de la microbiota intestinal.

Las primeras investigaciones con esos 6.811 participantes han puesto de manifiesto que la diversidad de la microbiota intestinal de las personas que consumen al menos una vez por semana alimentos fermentados de origen vegetal (kimchi, kombucha y encurtidos, por ejemplo) es similar a la de los no consumidores. Los resultados de este estudio han permitido sin embargo identificar bacterias específicas asociadas a los alimentos fermentados de origen vegetal, al sacar a la luz cambios sutiles en la composición de la microbiota durante la ingesta de este tipo de alimentos.

Los investigadores han observado asimismo diferencias en la composición y la función de la microbiota intestinal dentro de un subgrupo de 115 sujetos que habían consumido alimentos fermentados de origen vegetal y animal, ya sea diariamente o de tres a cinco veces por semana, durante cuatro semanas.  Sus microbios se caracterizaban por la presencia de ácido linoleico conjugado, probablemente de origen microbiano y de bacterias lácticas.

  • El ácido linoleico conjugado es un ácido graso de la familia de los Omega-6 considerado beneficioso para la salud, por su papel protector contra las enfermedades cardiovasculares, entre otros.
  • Por otra parte, las bacterias lácticas se usan habitualmente en los alimentos básicos fermentados (por ejemplo en la leche para la obtención del yogur) y producen una gran cantidad de metabolitos beneficiosos. Estos últimos incluyen, entre otros, compuestos que inhiben el crecimiento de las bacterias perjudiciales, así como ácidos grasos de cadena corta y lactato, los cuales contribuyen a mantener una barrera intestinal sana.

Se trata del primer estudio que explora la relación entre el aporte de alimentos fermentados y la composición y la función de la microbiota intestinal a gran escala. Los hallazgos de este estudio respaldan las conclusiones de los estudios existentes, demostrando que la composición y la función de la microbiota intestinal no solo son sinónimo de un intestino y un cuerpo sanos, sino que también indican la presencia de metabolitos específicos producidos por la microbiota intestinal.

Si bien el consumo regular de alimentos fermentados no se ha vinculado a cambios profundos en la composición de la microbiota intestinal, sí puede en cambio conllevar modificaciones en el entorno de la microbiota. Favorece sobre todo la presencia de metabolitos beneficiosos para la salud (en ocasiones también denominados  postbióticos) producidos por las bacterias tras su fermentación en el intestino.

 

Referencia:

Taylor BC, Lejzerowicz F, Poirel M, et al. Consumption of fermented foods is associated with systematic differences in the gut microbiome and metabolome. mSystems. 2020; 5(2):e00901-19. doi: 10.1128/mSystems.00901-19.