¿Qué sucede si los habitantes de zonas occidentales industrializadas siguen una dieta que comparte características clave con patrones dietéticos no industrializados? ¿Qué le pasa al microbioma intestinal? ¿Qué le ocurre a los marcadores de riesgo de la salud cardiometabólica? Esto es, precisamente, lo que analizó el equipo del profesor Jens Walter, destacado científico de APC Microbiome Ireland, de la University College Cork. Han publicado sus revolucionarios hallazgos en Cell.1

 

La crisis de la dieta moderna 

En las sociedades occidentales, las enfermedades no transmisibles, como la obesidad, la diabetes, el cáncer, los trastornos cardiovasculares y las dolencias neurodegenerativas, van en aumento. Un contribuyente destacado de esta tendencia es la dieta industrializada, caracterizada por alimentos procesados y fibra dietética insuficiente. Para comprender los potenciales beneficios de pasar a una dieta no industrializada, es esencial examinar primero el impacto que las dietas industrializadas tienen sobre la microbiota intestinal y la salud en general.

Aunque las dietas industrializadas son eficaces a la hora de alimentar a grandes poblaciones, suelen hacerlo en detrimento de la calidad y la nutrición. Los alimentos ultraprocesados, como los cereales azucarados, las barritas de aperitivo, los refrescos con gas, los fideos instantáneos y las comidas para calentar en el microondas son representativos de la dieta industrializada. Dichos alimentos contienen grandes cantidades de azúcares añadidos y grasas saturadas, exceso de calorías y un alto índice glucémico. Provocan picos de insulina frecuentes y que comamos de más, allanando el camino a la diabetes, la obesidad y las enfermedades cardíacas. Asimismo, se despoja a los alimentos de su estructura natural, lo que destruye la fibra dietética esencial para un microbioma intestinal sano.2

Las dietas industrializadas alteran el microbioma intestinal a través de varios mecanismos:

  • Déficit de fibra: sin la suficiente fibra, las bacterias intestinales pierden su principal fuente de energía y cambian el metabolismo, pasando de la fermentación de carbohidratos (de la fibra) a la fermentación proteolítica (de las proteínas), lo cual genera metabolitos perjudiciales.
  • Aditivos: hay ingredientes, como los emulsionantes, que dañan la capa mucosa protectora del intestino, lo que provoca inflamación.
  • Grasas saturadas: la ingesta excesiva de este tipo de grasas genera un aumento en la producción de ácidos biliares, que determinadas bacterias intestinales transforman en sustancias dañinas con capacidad de aumentar el riesgo de cáncer.

Dichos cambios dan lugar a un metabolismo intestinal alterado y a interacciones patológicas en el revestimiento intestinal, lo cual provoca inflamación, signo distintivo de las enfermedades crónicas. Walter lo resume así: «Si seguimos un estilo de vida industrializado y una dieta occidental, estamos predispuestos a padecer enfermedades crónicas aunque ahora estemos sanos. Este es el fundamento para intentar restablecer la salud del microbioma intestinal».

 

El restablecimiento del microbioma intestinal

A fin de recuperar el microbioma intestinal, el equipo de investigación desarrolló una dieta no industrializada para el restablecimiento del microbioma (NiMe™), inspirada en pesquisas previas del grupo acerca de los patrones dietéticos y el microbioma intestinal en la Papúa Nueva Guinea rural. La dieta NiMe™ se enfoca en contrarrestar las alteraciones causadas por las dietas industrializadas (caracterizadas por una escasa presencia de fibra, el exceso de calorías y un alto índice glucémico), teniendo como objetivo el restablecimiento del microbioma. La dieta se adapta a ingredientes disponibles en Canadá y da protagonismo a alimentos integrales de origen vegetal y ricos en fibra (22 g por 1000 kcal). Es baja en grasas saturadas y proteínas de origen animal (limitadas a las del salmón, el pollo y el cerdo) y no incluye lácteos, carne de vaca ni trigo.

Fueron treinta canadienses los participantes que siguieron la dieta NiMe™ durante tres semanas, con platos adaptados a las necesidades calóricas de cada uno. Además, recibieron una dosis de Limosilactobacillus reuteri, una bacteria detectada frecuentemente en el microbioma de los habitantes de zonas rurales de Papúa Nueva Guinea, aunque ausente en gran medida en poblaciones de zonas industrializadas. Los investigadores monitorizaron los cambios que se produjeron en el microbioma intestinal, el metaboloma plasmático y los marcadores vinculados al riesgo de padecer enfermedades crónicas.

 

La fibra, el tránsito intestinal y el microbioma

Al duplicar la ingesta de fibra dietética, los participantes tuvieron heces más blandas y defecaciones más frecuentes. «La dieta se toleró bien, en general, pero sí que aumentó las flatulencias y el malestar abdominal en algunas personas. Fueron varios los participantes que abandonaron el estudio debido a que experimentaron demasiado malestar por la fermentación de la fibra», destacó Walter. La dieta NiMeTM aumentó la persistencia y supervivencia de Limosilactobacillus reuteri, pero la especie desapareció tan solo dos semanas después de que los participantes dejaran de tomarla, en todos los participantes a excepción de uno.

Es curioso que la diversidad de la microbiota (considerada con frecuencia un símbolo de la salud intestinal), en realidad, disminuyó. «Esto se debió, probablemente, a la mejora en la fermentación de la fibra, lo que vuelve el entorno intestinal más ácido y que, a su vez, inhibe determinadas bacterias sensibles», explicó Walter. «Sin embargo, la dieta aumentó las bacterias beneficiosas al tiempo que redujo las que promueven la inflamación, lo cual es una conquista».

También restableció aspectos funcionales del microbioma intestinal. Para que las bacterias fermenten y utilicen los nutrientes, necesitan un conjunto específico de instrumentos llamados enzimas. La dieta NiMeTM potenció las enzimas para la digestión de la fibra al tiempo que redujo las implicadas en descomponer la capa mucosa protectora del intestino. La dieta también redujo el pH intestinal, lo que se vinculó con mayores niveles de ácidos grasos de cadena corta, las moléculas beneficiosas producidas por las bacterias intestinales, y una reducción de los ácidos grasos de cadena ramificada, asociados a la fermentación de proteínas dañinas. En la sangre, la dieta produjo un incremento de metabolitos beneficiosos generados por las bacterias intestinales.

 

¿Qué consecuencias tienen estas alteraciones en la microbiota intestinal sobre la salud humana?

«Los participantes perdieron peso a pesar de ingerir los requisitos calóricos calculados, lo cual nos sorprendió inicialmente. Sin embargo, es algo esperable, puesto que los nutrientes están menos accesibles en los alimentos de origen vegetal integrales y ricos en fibra que en los altamente procesados» explicó Walter.

El equipo de investigación observó una caída significativa de numerosos marcadores (moléculas que se encuentran en la sangre) relacionados con enfermedades no transmisibles:

  • Colesterol: los niveles disminuyeron, en especial los de «colesterol malo», lo que reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
  • Glucemia: los niveles de azúcar en sangre se redujeron, lo que, probablemente, disminuye el riesgo de padecer diabetes.
  • Inflamación: disminuyeron los marcadores tanto de inflamación sistemática (en la sangre) como intestinal.

Con herramientas estadísticas avanzadas, los investigadores identificaron características específicas del microbioma intestinal que respondieron a la dieta y su papel en enfermedades relacionadas con el metabolismo y la inmunidad. La mayor parte de mejoras se vieron fuertemente influenciadas por la respuesta del microbioma a la dieta NiMeTM. «La dieta tuvo, sistemáticamente, un efecto positivo sobre los participantes, aunque el microbioma de cada uno haya cambiado de manera distinta», expuso Walter.

 

Conclusiones y siguientes pasos 

La dieta NiMeTM confirmó que las intervenciones dietéticas pueden mejorar la salud de manera significativa. No obstante, los beneficios fueron transitorios: una vez que los participantes regresaron a las dietas que solían seguir, los microbiomas intestinales volvieron a su estado original.

Walter puso de manifiesto las repercusiones más amplias: «El estudio realza la importancia de tener en cuenta el impacto que la industrialización de la dieta ha tenido sobre el microbioma y la salud de las personas. Los hallazgos pueden orientar las recomendaciones dietéticas y preparar el camino para la creación de estrategias terapéuticas y nutricionales», añadió Walter.

Con el fin de que las personas puedan sacar partido de la dieta desarrollada en la investigación, la doctora Anissa Armet, de la University of Alberta, dietista colegiada encargada del diseño de la dieta y una de las autoras principales del estudio, puso a disposición del público las recetas utilizadas en la investigación, por lo que cualquiera puede acceder a la dieta NiMe™.

 

Referencias:

  1. Li, F., Armet, A.M., Korpela, K., Liu, J., Margain Quevedo, R., Asnicar, F., Seethaler, B., Rusnak, T.B.S., Cole, J.L., Zhang, Z., Zhao, S., Wang, X., Gagnon, A., Deehan, E.C., Mota, J.F., Bakal, J.A., Greiner, R., Knights, D., Segata, N., Bischoff, S.C., Mereu, L., Haqq, A.M., Field, C.J., Li, L., Prado, C.M., & Walter, J. Cardiometabolic benefits of a non-industrialized-type diet are linked to gut microbiota modulation. Cell 188, 1–22 (2025). https://doi.org/10.1016/j.cell.2024.12.034
  2. Whelan, K., Bancil, A.S., Lindsay, J.O. et al. Ultra-processed foods and food additives in gut health and disease. Nat Rev Gastroenterol Hepatol 21, 406–427 (2024). https://doi.org/10.1038/s41575-024-00893-5