La dieta puede afectar a la salud y a la calidad de vida a través de la microbiota intestinal.

Los antiguos dichos versan a menudo sobre la conexión entre dieta y salud, sin embargo, hasta muy recientemente no hemos comenzado a entender los mecanismos subyacentes. La dieta o alimentos que comemos para alimentarnos también sostienen el crecimiento y el metabolismo de nuestra microbiota intestinal, que puede afectar a nuestra salud

En resumen, una dieta es la descripción de los alimentos que consumimos. Todos conocemos dietas a la moda con supuestos beneficios para la salud, desde la pérdida de peso, a mejoras de las funciones inmunitaria y metabólica, o de los síntomas gastrointestinales, como la dieta mediterránea, las dietas cetogénicas, la dieta baja en FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables). Por otra parte, otras como la restricción calórica o el ayuno intermitente (consistente en comer solo durante unos momentos limitados del día) prometen una mejora de los niveles de energía y de la función metabólica e incluso una pérdida de peso.

Sin embargo, las dietas restrictivas también tienen efectos adversos: pueden provocar complicaciones nutricionales si no son supervisadas por un profesional de la salud. La dieta sin gluten, por ejemplo, es aconsejable en pacientes diagnosticados de enfermedad celiaca, pero requiere el asesoramiento de expertos como un nutricionista y un médico para paliar las deficiencias nutricionales a largo plazo en fibra, vitamina D o hierro que pueden acarrear complicaciones (1). Se ha demostrado recientemente asimismo que la restricción calórica puede exacerbar la vulnerabilidad ante infecciones e incrementar el número de bacterias que metabolizan la capa protectora de mucosa del colon (2).

Los mensajes lanzados por los medios de comunicación pueden ser engañosos para los pacientes y el público, por tanto, es necesario seguir investigando para desarrollar recomendaciones claras. Este año, se han publicado numerosos artículos fascinantes sobre esta cuestión.

En este sumario, vamos a centrarnos en un enfoque emergente: más que eliminar componentes alimentarios, completaremos nuestra dieta con alimentos fermentados y fibras prebióticas que pueden favorecer la diversidad de la microbiota intestinal.

 

Alimentos fermentados para alimentar una microbiota intestinal sana

Cuando escuchamos el término “alimentos fermentados”, solemos pensar inmediatamente en  alimentos como la kombucha y los yogures probióticos, pero la verdad es que el pan, el queso, la carne e incluso el alcohol también son alimentos fermentados. ¡Se estima que hay más de 5.000 variedades de productos alimentarios fermentados  en todo el mundo(3)!

Pero, ¿qué significa fermentación y por qué es una parte clave de la industria alimentaria? En el contexto de la elaboración de alimentos, la fermentación tiene una definición general que cubre cualquier tipo de proceso que utilice el crecimiento microbiano deseado y las conversiones enzimáticas de los componentes de los alimentos.  Históricamente, el uso a veces accidental de la fermentación ha contribuido a crear alimentos más seguros con una vida útil más larga en regiones del mundo sin agua potable ni electricidad  (4).

Hoy en día, la selección de microorganismos deseables como bacterias y levaduras para aprovechar los productos derivados de su metabolismo («cultivos iniciadores») es una parte vital de la fabricación de yogures únicos, panes de masa madre y  kombucha con beneficios para la salud a través de la microbiota intestinal.  Sin embargo, no son necesarios que un alimento fermentado contenga microorganismos vivos, para ser beneficioso para la salud. Curiosamente, los alimentos fermentados que influyen en el sistema inmunitario tienden a ser más descompuestos por los microbios en sustancias  que se encuentran en pequeñas cantidades, como los polifenoles,  con acciones en el cuerpo que pueden fomentar nuestra salud (4).

 

Entonces, ¿por qué los alimentos fermentados despiertan tanto interés?

Hay poca evidencia clínica en humanos de  que alimentos fermentados específicos como la kombucha o el kimchi puedan modificar consistentemente el microbioma para tratar enfermedades gastrointestinales, en parte debido a la variación de cultivos de microorganismos en diferentes lugares (5). Sin embargo,  existen pruebas de que los alimentos fermentados pueden ser beneficiosos cuando se incluyen como parte de una dieta diversificada, a través de sus propiedades antiinflamatorias, por ejemplo (6). Si bien estos resultados no son específicos para ninguna enfermedad o genética, pueden implicar beneficios potenciales en personas con afecciones inflamatorias crónicas.

Un pequeño estudio longitudinal publicado recientemente  en adultos sanos mostraba que seis porciones al día de una variedad de alimentos fermentados aumentaban la diversidad de la microbiota intestinal  y reducían la inflamación (7), aunque su tamaño reducido y la falta de controles adecuados limitaron el alcance del estudio.  En este momento, simplemente no hay evidencia suficiente para hacer recomendaciones claras sobre el consumo de alimentos fermentados para mejorar enfermedades específicas, y conviene mostrarse cautos, ya que una sobrecarga de tales alimentos fermentados también podría desencadenar síntomas en algunos individuos.

 

¿Qué dieta es entonces la mejor para nuestra microbiota intestinal?

La respuesta favorita de los científicos a esta pregunta es: “¡Depende!”  La  microbiota intestinal es una huella digital compleja del individuo, tanto en su composición como en su función, por lo que no existe un solo tipo de dieta que favorezca de manera óptima el crecimiento bacteriano y el metabolismo para todo el mundo.

Para tomar decisiones informadas sobre nuestra alimentación, debemos conocer mejor nuestras bacterias.  Las  diferentes comunidades albergadas por un individuo  pueden fermentar los mismos tipos de fibras a diferentes velocidades, para producir distintos perfiles de metabolitos que pueden afectar al sistema inmunitario (8). Sabemos por ejemplo que la mayoría de los celiacos que siguen una dieta sin gluten a largo plazo pueden requerir apoyo nutricional, pero la suplementación con un tipo de fibra inadecuado podría provocarles hinchazón o estreñimiento.

¿Esto es por las bacterias o por el tipo de fibra?  Puede ser uno u otro, o incluso ambos.  En el futuro, cuando la práctica se ponga al día con la teoría, es posible que podamos usar dietas individualizadas adaptadas a nuestras bacterias intestinales específicas.  Necesitamos saber más acerca de cómo pueden la dieta o las enfermedades influir en los perfiles microbianos vinculados a la salud. En el Reino Unido, el estudio a gran escala PREDICT-1 (Ensayo de Respuestas Personalizadas a la Composición Alimentaria) ha utilizado la secuenciación metagenómica fecal para investigar los efectos de los patrones de dieta a largo plazo y ha descubierto muchas asociaciones microbianas fuertes con alimentos específicos. Estos hallazgos han sido validados en Estados Unidos  (9). Aun así, todavía carecemos de estudios suficientes sobre cómo utiliza la microbiota intestinal los componentes específicos de los alimentos, como los alimentos fermentados o las fibras, para poder ofrecer recomendaciones efectivas a los pacientes.

 

Lo que tenemos que retener:

  • Una dieta diversa y equilibrada es un enfoque sensato para mejorar la salud intestinal y la del microbioma, ya que las dietas restrictivas a largo plazo pueden causar deficiencias nutricionales.
  • A lo largo de la historia, los productos alimentarios fermentados han aumentado la vida útil y la seguridad de los alimentos.
  • Los alimentos fermentados pueden aumentar la diversidad microbiana intestinal y reducir las respuestas inmunitarias del huésped, pero en algunos individuos  también pueden desencadenar síntomas gastrointestinales.
  • Comprender las interacciones dieta-microbioma y cómo funcionan nos ayudará a avanzar hacia una modulación precisa  dieta-microbioma para optimizar nuestra salud.

 

Referencias:

  1. Cardo A, Churruca I, Lasa A, Navarro V, Vázquez-Polo M, Perez-Junkera G, et al. Nutritional imbalances in adult celiac patients following a gluten-free diet. Nutrients. 2021; 13(8):2877. doi: 10.3390/nu13082877.
  2. von Schwartzenberg RJ, Bisanz JE, Lyalina S, Spanogiannopoulos P, Ang QY, Cai J, et al. Caloric restriction disrupts the microbiota and colonization resistance. Nature. 2021; 595(7866):272-277. doi: 10.1038/s41586-021-03663-4.
  3. Tamang JP, Watanabe K, Holzapfel WH. Review: Diversity of microorganisms in global fermented foods and beverages. Front Microbiol. 2016; 7:377. doi: 10.3389/fmicb.2016.00377.
  4. Marco ML, Sanders ME, Gänzle M, Arrieta MC, Cotter PD, De Vuyst L, et al. The International Scientific Association for Probiotics and Prebiotics (ISAPP) consensus statement on fermented foods. Nat Rev Gastroenterol Hepatol. 2021; 18(3):196-208. doi: 10.1038/s41575-020-00390-5.
  5. Dimidi E, Cox SR, Rossi M, Whelan K. Fermented foods: Definitions and characteristics, impact on the gut microbiota and effects on gastrointestinal health and disease. Nutrients. 2019; 11(8):1806. doi: 10.3390/nu11081806.
  6. SaeidiFard N, Djafarian K, Shab-Bidar S. Fermented foods and inflammation: A systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials. Clin Nutr ESPEN. 2020; 35:30-39. doi: 10.1016/j.clnesp.2019.10.010.
  7. Wastyk HC, Fragiadakis GK, Perelman D, Dahan D, Merrill BD, Yu FB, et al. Gut-microbiota-targeted diets modulate human immune status. Cell. 2021; 184(16):4137-4153.e14. doi: 10.1016/j.cell.2021.06.019.
  8. Chen T, Long W, Zhang C, Liu S, Zhao L, Hamaker BR. Fiber-utilizing capacity varies in Prevotella– versus Bacteroides-dominated gut microbiota. Sci Rep. 2017; 7(1):2594. doi: 10.1038/s41598-017-02995-4.
  9. Asnicar F, Berry SE, Valdes AM, Nguyen LH, Piccinno G, Drew DA, et al. Microbiome connections with host metabolism and habitual diet from 1,098 deeply phenotyped individuals. Nat Med. 2021; 27(2):321-332. doi: 10.1038/s41591-020-01183-8.