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Los hongos son un componente pequeño pero importante del microbioma intestinal

Si bien las bacterias son el componente principal de la microbioma intestinal, también están presentes otros microorganismos clave. Estos incluyen arqueas (similares a las bacterias en forma y tamaño), virus, fagos (virus que matan bacterias selectivamente) y hongos (incluidas las levaduras y los mohos). Todos ellos pueden influir no solo en otros microbios intestinales, sino también en nuestra salud y nuestra calidad de vida.

Las bacterias y las arqueas constituyen más del 99% de la masa total de todo el microbioma intestinal.  Y aunque los hongos representan una pequeña parte de la microbiota intestinal, son células mayores que las bacterias y sus genes pueden codificar hasta 15.000 funciones fermentativas (en comparación con los 1.500 a 2.000 genes codificados por las bacterias intestinales pertenecientes a los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium).

Es importante recordar que los hongos no son enemigos de las bacterias, ya que  ambos conviven y están implicados en las funciones digestivas e inmunitarias, tan importantes para la  salud. Por ejemplo, se ha asociado la alteración de la micobiota intestinal con diversas enfermedades, como la enfermedad inflamatoria intestinal, el síndrome del intestino irritable, la enfermedad celíaca o algunos tipos de cáncer.

En una vídeo entrevista concedida a los editores de GMFH, Mathias L. Richard, del Instituto  Micalis (del que forma parte, entre otros, el Instituto Nacional de Investigación  para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente de Francia – INRAE) explica que, a pesar de la relevancia de la micobiota intestinal para la salud, esta ha sido pasada por alto hasta hace muy poco. Esto se debe, principalmente, a su escasa presencia en el intestino con respecto a las bacterias y a la pequeña parte de la comunidad científica que se ha centrado en caracterizarla y examinarla en  profundidad.

 

La dieta es el factor más determinante para la micobiota intestinal

Candida y Saccharomyces se encuentran entre los hongos más abundantes  en el intestino humano.  Se cree que la micobiota de la madre, de su intestino, su piel y la leche materna es el primer contacto del bebé con los hongos. En la infancia, los primeros hongos colonizadores, como la  especie Debaryomyces,  son reemplazados por las cepas identificadas en adultos, que consisten principalmente en 10 géneros comunes  (Candida, Saccharomyces, Penicillium, Aspergillus,  Cryptococcus, Malassezia, Cladosporium, Galactomyces  , Debaryomyces y Trichosporon) y otros hongos cuya  composición viene determinada en gran medida por la dieta.

Al igual que con las bacterias intestinales, el estilo de vida y la dieta tienen un gran impacto en la composición y las funciones de la micobiota intestinal.  Por ejemplo,  se ha relacionado  la abundancia  de la especie Candida con un alto consumo de alimentos ricos en carbohidratos, y vivir en áreas urbanas favorece la presencia de Saccharomyces cerevisiae.

Mathias L. Richard aclara que «la gran mayoría [de los hongos intestinales] deriva de la ingesta de alimentos, de los hongos utilizados para la producción de alimentos, pero también de los hongos presentes en las frutas y verduras que comemos. Como muy pocos hongos suministrados por los alimentos tienen la capacidad de sobrevivir más de 24 horas en el intestino, es probable que la micobiota sea más cambiante y menos resistente que la microbiota bacteriana».

 

¿Qué factores pueden alterar la micobiota intestinal  y cómo cuidarla?

La investigación de la micobiota intestinal es importante para la salud, tal y como lo demuestra la observación de una composición alterada y/o diversidad funcional de hongos en diversas enfermedades. Por ejemplo, la composición del micobioma intestinal emerge como un objetivo potencial en el tratamiento de enfermedades inflamatorias intestinales y cánceres de colon y páncreas, al ser Malassezia el género de hongos más abundante en ambos tipos de cáncer.

Una amplia gama de factores pueden determinar o alterar la micobiota intestinal, incluido el tipo de parto, la  edad gestacional, el entorno, la estación del año, la dieta, el sexo, la exposición a antibióticos y las enfermedades crónicas que no están necesariamente vinculadas al intestino, como la obesidad. Algunos de estos factores tienen un impacto directo, incluyendo lo que comemos a diario, que es lo que más afecta.

La disponibilidad de proteínas, grasas y azúcares en la dieta también puede influir en la microbiota fúngica, como sucede con las bacterias intestinales.  La comunidad de bacterias que viven en estrecho contacto también se comunica constantemente con los hongos a través de sus metabolitos y ambos pueden competir por los nutrientes disponibles en el intestino o colaborar en aras de su desarrollo mutuo. Esto significa que cualquier alteración en el equilibrio de las bacterias intestinales puede afectar a la microbiota fúngica y viceversa.

Más allá de la dieta y las bacterias intestinales, la genética del huésped, la edad, el sexo y los fármacos también pueden afectar a la micobiota intestinal.  En particular, la salud del sistema inmunitario es un factor esencial de la composición de la micobiota intestinal.  Por ejemplo, las personas con un sistema inmunitario debilitado por  la diabetes, la infección por VIH o el uso de medicamentos inmunosupresores (como los corticosteroides) tienen más probabilidades de padecer un crecimiento excesivo de   la especie Candida y una infección de las membranas mucosas y áreas húmedas de la piel, en comparación con los adultos sanos.

Cabe también destacar que la comunidad fúngica intestinal puede influir en la inmunidad del huésped para protegerlo contra las infecciones bacterianas y fúngicas. El  vínculo entre la micobiota intestinal y el sistema inmunitario  se refleja en el impacto de la composición alterada de la micobiota intestinal y en el desarrollo de algunas enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario, como las enfermedades inflamatorias intestinales.

Gracias al interés científico emergente en aprovechar la micobiota intestinal para obtener beneficios para la salud, se han sugerido estrategias para modificar el micobioma intestinal con una alteración documentada de la comunidad de hongos intestinales. Estas incluyen el trasplante de microbiota fecal, medicamentos antimicóticos para eliminar hongos nocivos e intervenciones dietéticas. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones sobre la micobiota intestinal provienen de modelos animales y es demasiado pronto para recomendar una «receta» específica para mantenerla sana.

Ninguno de estos métodos ha sido validado hasta la fecha para enfermedades humanas específicas. Se impone por tanto la cautela a la hora de buscar un enfoque único para todos que permita cuidar de la micobioma intestinal.  Respecto a cuál sería la mejor recomendación nutricional para tener unos hongos intestinales saludables, Mathias L.  Richard reconoce que «dado que aún se desconoce la definición de una buena microbiota intestinal fúngica, es pronto para saber cuál es la mejor manera de cuidar de la micobiota intestinal».




 

En resumen:

  • Los hongos son un pequeño componente del microbioma intestinal, pero los estudios emergentes destacan su papel crucial en la salud digestiva e inmunitaria.
  • Los alimentos que comemos diariamente son el factor más importante para modelar los hongos intestinales.
  • Los hongos y las bacterias en el intestino trabajan en equipo y cualquier alteración en el equilibrio de unos afecta a los otros.
  • Las estrategias potencialmente interesantes para modificar la micobiota intestinal y obtener así beneficios para la salud incluyen la dieta, la levadura probiótica, los trasplantes de microbiota fecal y los medicamentos antifúngicos.

 

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