Para explicar los términos probiótico y prebiótico, a menudo se recurre a la famosa analogía con la jardinería. De todos es sabido que para obtener un césped verde y tupido, no basta con sembrar unas semillas con algo de abono, es necesario un buen fertilizante que contribuya a crear las condiciones óptimas para el crecimiento de esas semillas. De la misma manera, los probióticos (en el papel de las semillas) y los prebióticos (el fertilizante) actúan juntos para crear las mejores condiciones en el intestino que nos permitan gozar de buena salud.

Se conoce a los prebióticos como una clase especial de fibras alimentarias que aumentan el número de bacterias beneficiosas en el intestino. El concepto de prebiótico existe desde hace más de 20 años, cuando dos científicos lo presentaron en un artículo en 1995, pero curiosamente, nunca se ha alcanzado un acuerdo sobre una definición científica de amplia aceptación.

Los primeros intentos de definir los prebióticos especificaban que el compuesto en cuestión debía favorecer un aumento de los grupos de bacterias intestinales beneficiosas para la salud, esencialmente especies de Bifidobacterias y Lactobacilos. Aplicando estos criterios a los estudios científicos, se dieron a conocer tres compuestos prebióticos: la inulina (un polisacárido naturalmente presente en numerosas plantas), los fructooligosacáridos (FOS; oligosacáridos que se encuentran en ciertos alimentos o se producen industrialmente) y los galactooligosacáridos (GOS, una mezcla de sustancias producidas a partir de la lactosa).

Los autores de las definiciones más recientes han recalcado, sin embargo, la conveniencia de centrarse en las actividades de los microbios que mejoran la salud, en lugar de en meros nombres. A medida que conocemos mejor el microbioma humano, resulta evidente que además de las especies de bifidobacterias y lactobacilos, son numerosos los microbios que tienen efectos positivos en la salud.

Este año se ha reunido un panel internacional de 12 científicos para publicar el consenso alcanzado sobre la definición de prebiótico. Y para esta nueva definición, han optado por la simplicidad: «un sustrato que los microorganismos del huésped utilizan selectivamente para aportar un beneficio a la salud». Es decir, que según la nueva definición científica, un prebiótico es cualquier compuesto que mejore la salud a través de la forma en que es metabolizado por los microorganismos. Obviamente todo ello respaldado por datos científicos.

La nueva definición incluirá muchos otros compuestos en el grupo de los FOS, GOS y la inulina, siempre y cuando existan estudios adecuados que demuestren que aportan este beneficio a la salud a través de las actividades metabólicas de los microbios dentro o sobre el cuerpo.

De hecho, esta definición ampliada abre las puertas de la categoría de prebióticos a otros muchos productos. No solo reconoce que bacterias diferentes a las bifidobacterias y lactobacilos están implicadas en los beneficios para la salud, sino que también permite aplicar la noción de prebiótico a compuestos que actúan fuera del intestino (como los que mejoran la salud bucal o cutánea) e incluso a productos que no son alimentos (ciertos fármacos, por ejemplo). Este consenso es un gran avance en este campo que sin duda permitirá a aquellos consumidores que así lo deseen mejorar su salud, ya sea intestinal o general.

 

Referencias:

Gibson GR, Hutkins R, Sanders ME, et al. Expert consensus document: The International Scientific Association for Probiotics and Prebiotics (ISAPP) consensus statement on the definition and scope of prebiotics. Nature Reviews Gastroenterology & Hepatology. 2017; 14: 491–502. doi:10.1038/nrgastro.2017.75