La composición de los grupos bacterianos presentes en nuestros intestinos se va modificando a lo largo del año, para adaptarse a los alimentos ingeridos en cada estación del año. En verano, por ejemplo, proliferan las bacterias que procesan las frutas y verduras frescas, mientras que en invierno predominan aquellas que transforman las grasas.

Un grupo de científicos de la Universidad de Chicago ha encontrado pruebas de esas alteraciones periódicas en la flora intestinal, al realizar un estudio sobre el colectivo Huterita de América del Norte. La dieta tradicional y las comidas colectivas de dicha comunidad han permitido a los investigadores estudiar el efecto de un régimen alimenticio común en un grupo numeroso durante un largo periodo de tiempo.

En los últimos años, los científicos han descubierto que una composición de la flora intestinal sana era esencial para la digestión, la inmunización eficaz frente a las enfermedades e incluso para un buen equilibrio mental. Sin embargo, tanto las enfermedades como el uso de antibióticos pueden desestabilizar completamente esta flora intestinal. Lo que mantiene el equilibrio de esta última es la alimentación diaria, ya que gracias a ella, las bacterias se nutren y penetran en nuestro organismo.
Pero estudiar la manera específica en que la comida afecta a la flora intestinal resulta complicado, ya que los hábitos alimenticios varían mucho entre individuos y otros factores medio-ambientales, como los diferentes modos de vida o las condiciones climáticas, pueden interferir en los efectos de la comida.

Para minimizar el impacto de estos factores, los investigadores de la Universidad de Chicago se han centrado en los Huteritas, los descendientes de una pequeña comunidad llegada a Norteamérica desde Europa entre los años 1874 y 1879, que actualmente residen en el norte de Estados Unidos y el oeste de Canadá.

Los Huteritas viven en granjas colectivas, llamadas colonias, y se alimentan en comedores comunes, a base de recetas que no difieren prácticamente de las originales ni entre las diferentes colonias. Tienen poco contacto con el mundo exterior, lo que deriva en una mapa genético extremadamente homogéneo.

Se seleccionó a un grupo de 60 Huteritas de 6 colonias distintas para que se sometieran a un cuestionario acerca de su alimentación a lo largo de un año. Durante ese mismo periodo, los científicos tomaron muestras de sus heces de forma periódica para determinar la secuencia de las bacterias de sus intestinos.

La dieta de los Huteritas es relativamente estable, pero varía ligeramente en verano, cuando consumen más fruta y verdura fresca, y en invierno, ya que comen más productos congelados y en conserva.

Los científicos pudieron observar cómo la flora intestinal respondía a estos cambios con alteraciones drásticas en el número de ciertas bacterias. En verano, por ejemplo, las Bacteroidetes –  un grupo de bacterias que digieren los hidratos de carbono complejos y ayudan a procesar las frutas y verduras frescas – eran más abundantes.

Por otro lado, el número de Actinobacterias crecía en invierno. Estos últimos microbios se asocian a la degradación de la grasa y a una alimentación más pobre en fibra. Los investigadores también han observado cambios estacionales en otros tipos de bacterias, cuyas asociaciones con los alimentos aún no han sido descubiertas. Cabe recalcar que la tendencia era casi idéntica en las seis colonias, probablemente debido a un estilo de vida y un entorno muy similares.

Los autores del estudio estiman que estos resultados podrían extrapolarse al resto de la población. Y es que, a pesar de que los Huteritas viven bastante aislados del mundo exterior, también hacen uso de la tecnología y de la medicina, lo cual los asemeja más al resto de la población que en el caso de otros grupos más tradicionales.