No hace tanto tiempo, en algunos países era costumbre que los niños llevaran al colegio pasteles y velas para celebrar sus cumpleaños con sus compañeros de clase. Y todos tan felices. Todo el mundo comía y se divertía y volvía alegremente a casa con la ropa llena de lamparones de chocolate. Sin embargo, tan solo una o dos generaciones después, esto sería inimaginable. Y todo ello por el constante incremento de las alergias alimentarias en los últimos años.

Según Allergy UK, el porcentaje de personas alérgicas está creciendo a escala mundial y ya afecta a entre el 30 % y el 35 % de los individuos en algún momento de sus vidas. Inicialmente, las alergias más comunes eran el asma y la rinitis alérgica, pero recientes estudios han revelado un aumento considerable de la incidencia de las alergias alimentarias, esencialmente en los niños. De hecho, se calcula que desde 1997 un 50 % más de niños padecen alergias alimentarias. No se conocen aún las razones subyacentes a dicho incremento, aunque algunos estudios pasados apuntaban al modo de vida y a la alimentación del siglo xxi como causas probables.

Cathryn Nagler es profesora en la Universidad de Chicago, en Illinois. Durante años, se ha dedicado a estudiar la existencia de un vínculo entre el sistema inmunitario, las bacterias intestinales y la aparición de alergias. Ya en 2004 descubrió que eliminar la microbiota intestinal en los ratones derivaba en la aparición de alergias alimentarias. Esta vez ha ido más allá.

En un reciente estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), desvela que existe un tipo de bacteria, habitual en los intestinos de los mamíferos, que parece contribuir a prevenir las alergias alimentarias.  Se trata de la bacteria denominada Clostidrium. Para este estudio, Nagler y su equipo suministraron alérgenos de cacahuete a dos grupos de ratones. El primer grupo, nacido y criado en un entorno estéril, carecía de gérmenes intestinales y el segundo estaba compuesto por roedores a los que se les había tratado con antibióticos nada más nacer, lo cual había mermado significativamente su población de bacterias intestinales. Los investigadores compararon estos dos grupos con un tercero formado por ratones con una microbiota intestinal normal y hallaron (como podía esperarse) niveles más elevados de anticuerpos contra los alérgenos de cacahuete en el flujo sanguíneo de los dos primeros grupos, lo que demuestra una sensibilización.

A continuación, administraron a esos ratones una solución que contenía Clostridia, una cepa de bacteria común que se encuentra de forma natural en los intestinos de los mamíferos, y curiosamente observaron que, a raíz de esto, la sensibilización a los alérgenos alimentarios desparecía. Volvieron a intentarlo con otra bacteria beneficiosa, Bacteroides, en ratones igualmente propensos a la alergia al cacahuete, pero no obtuvieron el mismo resultado, lo cual indica que Clostridia tiene un papel de protección único frente a los alérgenos de los alimentos.

Según los investigadores, Clostridia podría actuar a través de ciertas células inmunitarias e impedir que  las proteínas del cacahuete responsables de las reacciones alérgicas penetren en el torrente sanguíneo. «Estas bacterias son abundantes y residen muy cerca de la pared epitelial, por lo que permanecen en estrecho contacto con el sistema inmunitario», explica recientemente Naglers durante una reciente entrevista. Añade asimismo que «estas bacterias protegen la integridad de la barrera intestinal». Por el momento, los científicos prefieren mostrarse cautos ya que estos hallazgos solo pueden aplicarse a la población analizada y aún debe estudiarse la relación de causa a efecto.

Nos alegramos de leer estas noticias tan prometedoras que ilustran cómo los científicos se encuentran cada vez más cerca de dar respuesta a problemas de salud tan serios como las alergias alimentarias.