Imagen1Según un estudio publicado en el Journal of Allergy and Clinical Immunology, los niños que se han visto expuestos a ciertas bacterias del polvo doméstico a lo largo de su primer año de vida presentan menos síntomas de asma cumplidos los tres años.

Sigue sin determinarse por qué, pero este descubrimiento apunta en la misma dirección que evidencias anteriores que sustentaban la «hipótesis de la higiene». Esta teoría argumenta que el entorno en que evolucionan los niños en la actualidad no les permite tener una exposición suficiente a las bacterias. En consecuencia, su sistema inmunológico no recibe el entrenamiento suficiente para saber cuándo reaccionar, lo que explicaría el incremento de las alergias y los casos de asma de los últimos decenios en los países más desarrollados.

Muchos de los alérgenos y bacterias del polvo provienen de animales e insectos tales como gatos, cucarachas, perros, ácaros o ratones. Los científicos ya sabían que la exposición a estas sustancias podría resultar dañina para aquellas personas que padecían asma con anterioridad. Y también sabían que el contacto con algunas de ellas durante los primeros años de vida desembocaba en más casos de sibilancia y de reacciones alérgicas. Pensaban por tanto que se confirmaría que la exposición a dichas sustancias estaba vinculada al desarrollo del asma.

Sin embargo, este último estudio reveló que sus efectos eran generalmente positivos si la exposición se limitaba  al primer año de vida. Esta investigación, dirigida por Susan Lynch, de la Universidad de California, San Francisco, forma parte del estudio Urban Environment and Childhood Asthma (URECA). El propósito de este estudio es descubrir por qué el asma es más común y más grave entre los niños de barriadas pobres.

Los autores realizaron un seguimiento a 104 niños de los suburbios de Baltimore, Maryland; Boston, Massachusetts; la ciudad de Nueva York; y San Luis, en Misuri. Analizaron asimismo muestras recabadas en el colchón y el suelo de la habitación de cada niño, así como en los muebles y el suelo del hogar familiar.

Al cumplir los niños 3 años, estudiaron el caso de aquellos cuyos padres habían informado de crisis de sibilancia y a los que se les había diagnosticado alguna alergia mediante pruebas cutáneas. Los niños de tres años sin alergias ni tendencia a la sibilancia tenían más probabilidades de haber estado expuestos a niveles altos de alérgenos bacterianos. Pero esto solo sucedía cuando la exposición se limitaba al primer año de vida.   

Los autores del estudio advierten de que es demasiado pronto para trasladar estos descubrimientos a las prescripciones médicas. Los defensores de la hipótesis de la higiene sugieren que volver a exposiciones de los tiempos en los que las familias eran más numerosas, se esterilizaba menos los alimentos y los niños pasaban más tiempo en la calle podría tener un impacto positivo sobre la salud.