Cada vez que comemos cereales integrales, fruta fresca o verdura – alimentos con un alto contenido en fibra alimentaria, un tipo de hidrato de carbono presente en las plantas – no solo estamos protegiendo nuestra salud, sino también nutriendo los billones de microbios alojados en nuestro intestino, los cuales, a su vez, cuidan de nosotros. Y tal y como sugiere un nuevo estudio, nuestra dieta no solo condiciona nuestra salud y nuestra comunidad bacteriana, sino también las de nuestros hijos, nietos e incluso biznietos.

Según los resultados de una investigación llevada a cabo por microbiólogos de la Universidad de Stanford publicada en Nature, no solo transmitimos nuestros genes a nuestra descendencia, sino un completo ecosistema intestinal modelado en respuesta a nuestros hábitos alimenticios. Si nuestro consumo de fibra se reduce, también lo hará la riqueza y la diversidad de las bacterias alojadas en nuestro intestino.

Durante un estudio realizado con ratones, Justin y Erica Sonnenburg y sus colegas de la Universidad de Stanford se propusieron simular los efectos de una dieta baja en fibra sobre la microbiota intestinal de los roedores. Para ello, trasplantaron microbiota de un donante humano (un ciudadano estadounidense de 36 años) a un grupo de 10 ratones desprovistos de gérmenes.

Dividieron a los roedores en dos grupos: el primero fue alimentado con una dieta rica en fibra, al contrario que el segundo. Se hizo un seguimiento de los animales durante siete semanas, y a pesar de que al principio los microorganismos presentes en los intestinos de los ratones de los dos grupos eran similares, tras unas semanas, los roedores alimentados con una dieta escasa en fibra comenzaron a experimentar un empobrecimiento de la diversidad de su microbiota intestinal. De hecho, presentaban un 60 % menos de especies bacterianas que los animales del grupo de control, que habían seguido una dieta rica en fibra.

Los investigadores cambiaron entonces el régimen alimenticio de los ratones con una microbiota empobrecida y los sometieron a la dieta de control para comprobar si podían recuperar cierta diversidad microbiana. Al reintroducir una dieta muy rica en fibra, se producía cierta mejoría, pero el 33 % de las especies se mantenía a niveles indetectables.

¿Y qué sucedería con las crías de esos ratones? ¿También padecerían las consecuencias de ese empobrecimiento? A fin de contestar a esta pregunta, los científicos criaron cuatro generaciones de ambos grupos de ratones. Constataron una menor diversidad microbiana en las crías de los ratones que habían seguido una dieta pobre en fibra, y eso en todas las generaciones. Es más: la cuarta generación, presentaba un 72 % menos de diversidad en su microbiota. Por otra parte, si se sometía a estas crías a una dieta con un mayor aporte de fibra, su comunidad microbiana experimentaba una ligera mejoría, pero seguía siendo un 67 % inferior a la de los roedores que siempre habían sido alimentados con dietas ricas en fibra.

Estudios recientes han vinculado una mayor ingesta de fibra a un riesgo menor de enfermedades cardiovasculares y un menor peso corporal. Sin embargo, los humanos somos incapaces de metabolizar los  hidratos de carbono alimentarios complejos presentes en frutas y verduras, ni extraer energía de ellos, y es la microbiota intestinal la que lo hace en nuestro lugar.

A la luz de los resultados de este estudio, cabría concluir que una vez que en el seno de una población microbiana desaparecen ciertas especies clave, volver a comer correctamente no es suficiente para restaurar la pérdida de esas especies en los intestinos de los individuos de esa población.

Pero no hay que perder de vista que este estudio se ha llevado a cabo con ratones, y por tanto habrá que mostrarse prudentes a la hora de extrapolar estas conclusiones a los humanos. De hecho, tal y como lo recalcan los autores en su artículo, el próximo paso será comprobar que estos resultados son pertinentes en el caso del hombre.

 

Referencia de la revista:

Erica D. Sonnenburg, Samuel A. Smits, Mikhail Tikhonov, Steven K. Higginbottom, Ned S. Wingreen, Justin L. Sonnenburg. Diet-induced extinctions in the gut microbiota compound over generationsNature, 2016; 529 (7585): 212 DOI: 1038/nature16504