No es ninguna novedad que la dieta es el mejor medio para mantener una microbiota intestinal sana. Las personas que padecen enfermedades gastrointestinales se aventuran a veces a probar dietas extremas, a menudo con el objetivo de mejorar su salud o controlar su peso. Sin embargo, tenemos que ser cautos, ya que no todas las dietas de moda mejoran el número de bacterias beneficiosas en el intestino.

Garantizar que aportamos la cantidad adecuada de combustible a nuestros microbios intestinales es la receta ideal para mejorar nuestra salud intestinal

Se ha reconocido la dieta mediterránea, basada en el consumo de vegetales y caracterizada por una mayor ingesta de proteínas vegetales que animales, como la mejor alimentación respaldada por la ciencia para el estímulo de la salud intestinal.  Pero ¿por qué? Porque la variedad de alimentos de origen vegetal —más que la ingesta calórica— aporta fibra,  vitaminas, minerales y otros nutrientes (como los polifenoles) que nuestras células no pueden digerir pero que aumentan  tanto el número de ácidos grasos de cadena corta fecales como de bacterias beneficiosas, incluidas Lactobacillus y Bifidobacterium.

Al contrario, los regímenes desequilibrados y extremos pueden afectar a la ingesta de carbohidratos accesibles para la microbiota (MAC). Es el caso de la dieta occidental (rica en proteína animal y grasa, baja en MAC), que se ha vinculado a una disminución del número de genes microbianos intestinales (considerados como marcador de una microbiota intestinal alterada) y a una barrera intestinal alterada debido a la restricción de MAC

De igual manera, un consumo elevado de proteínas aumenta la fermentación de las proteínas en el intestino grueso y tiene un impacto no solo en el intestino. Mientras que las proteínas vegetales aumentan el número de bacterias intestinales beneficiosas, refuerzan la barrera intestinal  y reducen la inflamación, modelos alimentarios ricos en proteína y pobres en carbohidratos —como la dieta Paleo — se han vinculado a cambios indeseables en la microbiota intestinal y un mayor riesgo cardiovascular a largo plazo.

Dieta Keto e intestino: ¿hay de qué preocuparse? Esta dieta rica en grasa restringe la ingesta de carbohidratos y está vinculada a efectos secundarios relacionados con el intestino, como el dolor abdominal. También plantea un reto a la hora de obtener los nutrientes necesarios (en particular fibra y vitamina B), un efecto negativo en la diversidad microbiana y una reducción de los niveles de bacterias beneficiosas.

Además de afectar a nuestra salud, eliminar ciertos alimentos y nutrientes también puede influir en el correcto funcionamiento de nuestro sistema inmunitario, perjudicar nuestra salud metabólica y volver a nuestro cerebro más vulnerable frente al estrés.

Incluso si padecemos síntomas digestivos, no es buena idea eliminar el combustible favorito de nuestra microbiota intestinal.

 Las dietas bajas en FODMAP, sin gluten o sin lactosa se usan normalmente para reducir los síntomas digestivos (como aquellos vinculados al síndrome del intestino irritable). Sin embargo, optar por una dieta extrema no es necesariamente una buena solución para todo el mundo. Por ejemplo, no siempre es buena idea eliminar completamente el consumo de lactosa, ya que la lactosa no digerida actúa como un potencial prebiótico beneficioso.

Como las dietas de exclusión eliminan algunos alimentos esenciales (como cereales integrales, fruta y verdura, legumbres o productos lácteos fermentados) que incluyen carbohidratos que nutren nuestra microbiota intestinal, deberían contemplarse siempre como un tratamiento temporal para los pacientes con problemas digestivos funcionales. Y por tanto, el sujeto debería volver gradualmente a su dieta habitual, en función de su tolerancia, para evitar deficiencias nutricionales.

En resumen, una dieta equilibrada, adaptada a las necesidades y situación de cada individuo, es la mejor opción tanto para las personas sanas como para aquellas con enfermedades gastrointestinales. Mientras que la dieta mediterránea se considera una dieta sana y equilibrada, las dietas de exclusión tan populares como las dietas bajas en FODMAP, sin gluten o sin lactosa pueden privar a largo plazo a la microbiota intestinal de su combustible favorito. Así que, antes de eliminar completamente un grupo de alimentos que nos encante, merece la pena consultar a un nutricionista para cualquier duda o pregunta que nos surja.

1Carbohidratos accesibles para la Microbiota: ciertos tipos de fibra que se encuentran en los tejidos de plantas, hongos o animales y de los que puede hacer uso la microbiota intestinal. Por el contrario, la microbiota intestinal no fermenta otras fibras como el salvado.

 

REFERENCIAS:

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