Toda revolución tecnológica genera inicialmente una ola de entusiasmo y todo el mundo parece desear «jugar» con la nueva herramienta con la esperanza de encontrar el Santo Grial. Algo que ya sucedió cuando Watson y Crick descubrieron el ADN. ¿En qué punto nos encontramos tras la revolución que ha supuesto el descubrimiento de que estamos compuestos de una parte de células humanas por nueve de células microbianas? ¿Cómo afecta la ciencia y la práctica médica la noción de nuevo “órgano” (u órgano desatendido)?
Con más de 2.000 publicaciones científicas a lo largo de poco más de 10 años, nadie pone ya en duda el enorme tirón de la investigación sobre la microbiota intestinal. Sin embargo, sigue existiendo cierto escepticismo en torno a algunos de los resultados relacionados con la microbiota. Mientras que desde una perspectiva epistemológica, algunos expertos estiman que se trata tan solo de parte de la evolución normal de una nueva ciencia o campo de investigación, otros, por el contrario, opinan que se están sobrevalorando o simplemente exagerando las bondades de los resultados obtenidos. Las áreas de interés potenciales de la ciencia del microbioma aumentan y, paralelamente, también lo hacen las preguntas pragmáticas relacionadas con el cómo y el cuándo estos hallazgos podrían impactar en las prácticas diarias. Como plataforma dedicada a compartir información acerca de la microbiota intestinal, hemos decidido abordar estas cuestiones y para ello, hemos pedido a tres expertos en la materia que nos dieran su opinión al respecto.
Seth R. Bordenstein, profesor adjunto de biología y de patología, microbiología e inmunología en la Universidad Vanderbilt, en Nashville, Estados Unidos. Ejerce como científico, educador, comunicador y consultor. Aquí les dejamos su blog, y también pueden seguirle en Twitter.
Joël Doré, Director de Investigación en la Unidad de Ecología y Fisiología del Sistema Digestivo del INRA (el Instituto Nacional de Investigación Agronómica de Francia). También ha colaborado en el proyecto europeo MetaHit y es Presidente del Comité Científico de Gut Microbiota for Health Experts Exchange. Pueden seguirle en Twitter.
Paul Enck, Director de Investigación del Departamento de Medicina Psicosomática y Psicoterapia en el Hospital Universitario Tübingen en Alemania. Es miembro del comité de expertos de la sección Microbiota Intestinal y Salud (Gut Microbiota & Health) de la Sociedad Europea de Neurogastroenterología y Motilidad (ESNM) y de nuestro Comité Editorial.
¿Cómo explicarían lo que está sucediendo con la investigación en el campo de la microbiota? ¿Creen que se trata de parte de la evolución normal de una nueva ciencia o simplemente de una exageración de los resultados?
Bordenstein: Con la capacidad de entender que la genética y la salud de un organismo incluyen a su microbioma, la biología ha entrado en una nueva era. Como resultado de este enfoque, y con razón, los animales y las plantas ya no se consideran meros individuos, sino superorganismos u holobiontes compuestos de los genes esenciales en el genoma nuclear, los orgánulos y el microbioma. Estos conocimientos recientemente adquiridos están provocando una revolución en las ciencias de la vida, ya que nos han dado los medios para progresar en el conocimiento de lo que determina nuestra salud y nuestro estado de forma. La historia nos muestra que todas las ciencias incipientes, especialmente aquellas que potencialmente puedan reorientar ciertas subdisciplinas, han tenido que combatir contra inferencias y prejuicios intelectuales. La investigación en el campo de la microbiota no es ninguna excepción, y este tira y afloja entre el escepticismo y los conocimientos es una señal patente de que nos encontramos ante un discurso científico sólido. En estos momentos iniciales, toda opinión es bienvenida. El proceso acabará por corregirse solo, como suele ser el caso.
El tira y afloja entre el escepticismo y los conocimientos es una señal patente de que nos encontramos ante un discurso científico sólido
Doré: A lo largo de los últimos años, ha ido creciendo la atención que recibe el microbiota intestinal, y en mi opinión, esto se debe esencialmente a dos cosas: por un lado, el desarrollo de nuevas tecnologías que han permitido la secuenciación de este «segundo genoma», el metagenoma intestinal (del cual del 70 al 80 % no puede cultivarse). Por el otro, el reconocimiento cada vez mayor del vínculo entre la microbiota intestinal y la mayoría de las principales enfermedades ligadas a la sociedad moderna, cuya prevalencia lleva en aumento desde la segunda mitad del siglo pasado.
Enck: Teniendo en cuenta los más de treinta años de desarrollo de la ciencia en el campo de la medicina y las cuestiones periféricas, considero que la situación actual respecto a la acogida que el público general (no el científico) ha dado a la investigación de la microbiota intestinal es inusual, aunque existen antecedentes (me recuerda a la euforia al comienzo de los proyectos del genoma humano). Lo que resulta obvio es el enorme contraste entre la complejidad de la investigación sobre la microbiota (que implica que cada vez menos científicos entiendan completamente los últimos avances y les haga depender de biólogos de sistemas o estadísticos) por una parte, y por otra, la simplicidad de los resultados de esas investigaciones transmitidos al público general (mayoritariamente por blogueros, periodistas y medios en general). Entiendo que ambas tendencias son complementarias: cuanto más incomprensible parece algo, más sencilla resulta su interpretación. Y teniendo en cuenta que estos avances están relacionados con un tema por el que todo el mundo siente interés (una alimentación saludable), los mensajes generados se perciben rápidamente y el público general los adapta: alimentación sana para una vida sana (por citar un tema de investigación muy popular de la UE ).
¿En su opinión, cuáles son los principales errores a la hora de presentar los resultados de la investigación sobre la microbiota o al sacar conclusiones?
Bordenstein: Los errores son acciones o conclusiones erróneas o falsas; será el proceso de revisión por los pares el que deba determinar esto. Dicho esto, la ciencia del microbioma evoluciona rápido y la comunidad busca un liderazgo en los mejores estándares y prácticas. Existen miles de formas de analizar los datos relativos al microbioma y los investigadores no pueden ceñirse únicamente a sus propias investigaciones para obtener los mejores datos. Sin duda alguna, eso podría calificarse de error, lo he comprobado de primera mano. Reconocer que los laboratorios que se dedican a proyectos de microbioma deben tener amplios conocimientos y experiencia en análisis de big data (datos masivos) es esencial para evitar errores. Otro problema tiene que ver con la atención prestada al diseño del experimento: tamaño de muestras adecuado, réplicas y controles negativos.
Doré: Puedo ver dos errores esenciales. Por una parte, faltan estándares, lo cual complica la comparación de resultados. Esto se ve exacerbado por el hecho de que las tecnologías se están extendiendo y se han vuelto accesibles a colegas que quizás no tengan ni la formación ni la experiencia necesarias para interpretarlas. Otro error es que la microbiota no está sola; sino que interactúa con el huésped desde el nacimiento. La disbiosis, por ejemplo, fue presentada durante largo tiempo como una distorsión de la microbiota, cuando debería contemplarse como una alteración de la simbiosis entre hombre y microbio…
Probablemente hagan falta al menos diez años más para llegar al punto en el que podamos reconocer los datos aplicables a la salud humana
Enck: Yo veo esencialmente dos errores. Uno es el sobrevalorar y malinterpretar datos animales, como si fueran extrapolables a la salud, nutrición y enfermedades humanas. Los científicos son conscientes de esto, pero los periodistas a menudo no saben distinguir entre los datos aplicables a animales y los aplicables a humanos. El segundo error ha sido en parte provocado por los propios científicos: debido a la complejidad de la temática «microbiota y salud», tendemos a simplificar los mensajes para hacer que la información fluya. Una de las razones que nos empuja a hacerlo es que estas investigaciones (como los esfuerzos por descifrar el genoma humano en el pasado) son caras y requieren una justificación pública adicional; la otra es que la investigación cara necesita el apoyo de los medios debido a la falta de recursos financieros disponibles y a la competencia entre las demandas de la diferentes ramas de la comunidad científica.
¿Está la ciencia del microbioma influyendo ya sobre la actividad cotidiana de los médicos y los científicos? ¿Y están estos datos cambiando modos de vida o elecciones o hábitos alimentarios del resto de la sociedad?
Bordenstein: La ciencia del microbioma ha provocado algunas modificaciones importantes en la sociedad. Para empezar, al igual que nos fijamos en las estrellas para entender nuestro lugar en el universo, observar nuestros microbios nos ha llevado a comprender que nuestra especie, el Homo sapiens, no es especial, sino que depende de numerosas especies diferentes. Por otra parte, el rotundo éxito de los trasplantes fecales y su utilización cada vez más frecuente en numerosas clínicas es la prueba misma de las aplicaciones del microbioma a la salud. No hay duda de que esta tendencia va a continuar.
Doré: Aún no. Esos resultados tienen que ser traspuestos, y eso a menudo implica la necesidad de patentes y productos. En el campo de la medicina, en breve aparecerán paquetes de diagnóstico y pronóstico y productos médicos basados en la teoría del Dr. Martin Baser de los «microbios perdidos». En el campo de la nutrición, los probióticos eran bastante populares en Europa hasta que la EFSA (agencia de seguridad alimentaria europea) los rechazó y ahora nos encontramos sin un mecanismo que regule la validación de los beneficios científicamente probados, de manera que se ha roto la cadena de apoyo de la ciencia al consumidor. Hasta que esto vuelva a la normalidad, esperemos que las recomendaciones lleguen a la sociedad, aunque eso resulta complicado.
Enck: Rotundamente, no. Ni en el caso de los médicos ni en el del público en general, aunque quizás sí para los científicos. Tampoco creo que las elecciones y los hábitos alimentarios hayan cambiado sustancialmente. Y probablemente hagan falta al menos diez años más para llegar al punto en el que podamos reconocer los datos aplicables a la salud humana entre todos los resultados obtenidos por la ciencia hasta la fecha.
¿Cuál es el papel de los jefes de prensa y de los periodistas científicos en este escenario?
Bordenstein: El papel de los jefes de prensa y del periodismo relacionado con el microbioma debería de ser el de cautivar sin capitalizar, es decir, fomentar el conocimiento en lugar de hacer promesas, o iluminar sin inmortalizar en este momento incipiente de la ciencia.
Doré: El papel de los periodistas científicos resulta primordial ya que son quienes suministran la información. Deberían ayudar a los científicos y a los médicos a comunicar lo que ya ha sido sólidamente demostrado y a hacer hincapié en aquellos campos en los que los conocimientos son aún escasos o inexistentes, para que la sociedad y los consumidores se sientan respaldados al tomar sus decisiones. Los periodistas científicos también constituyen una conexión entre médicos generalistas y clínicos, junto con fuentes de información basadas en la red, tales como gutmicrobiotaforhealth.com o este mismo blog.
Los periodistas científicos deberían ayudar a comunicar lo que ya ha sido sólidamente demostrado y a hacer hincapié en aquellos campos en los que los conocimientos son aún escasos
Enck: Como mediadores entre la ciencia y el público general, los periodistas científicos deberían preservar la ciencia de una mala interpretación, y al público general de una mala información. La ciencia necesita tiempo, y teniendo en cuenta lo poco que lleva la microbiota intestinal en el orden del día, necesitaremos esperar mucho más para conseguir averiguar si las investigaciones han iniciado un cambio de paradigma o si se trata simplemente de una tormenta en un vaso de agua.