La importancia de una microbiota intestinal saludable para el bienestar general y la salud es bien conocida. Y también sabemos que cualquier desequilibrio en esta comunidad de bacterias está vinculado a una amplia gama de enfermedades: desde alergias, obesidad y enfermedades cardiovasculares hasta SII e incluso lupus, y que incluso influye en la salud mental. De ahí que siempre se aconseje cuidar bien de la microbiota intestinal y en especial, a través de la dieta.

Paradójicamente, a pesar de que durante este último decenio, los médicos no han dejado de repetir el mantra de  lo necesaria  que es una comunidad bacteriana intestinal rica, resistente y equilibrada para mantener a raya los trastornos, la verdad es  que todavía desconocen en qué consiste exactamente una microbiota intestinal saludable.

La composición microbiana de los intestinos puede variar de un individuo sano a otro. De hecho, aunque todos los seres humanos compartimos más del 99,8% de nuestro ADN, solo el 30% del microbioma intestinal es el mismo para todos. Por lo tanto, el resto es variable y único para cada persona. Entonces, ¿cómo podemos saber qué combinación o combinaciones de microorganismos tienen un vínculo con la salud?

Esa es la pregunta a la que ha tratado de responder un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Groningen, en los Países Bajos. Sus resultados, publicados en Nature, arrojan luz sobre la firma de un microbioma saludable y no saludable en la salud y la enfermedad y podrían abrir la vía al desarrollo futuro de terapias dirigidas a la microbiota.

Los científicos perfilaron la  composición bacteriana intestinal de 8.208 individuos holandeses de una cohorte de tres generaciones, llamada Dutch Microbiome Project, que incluye casi 3.000 familias. Analizaron hasta qué punto la microbiota intestinal viene determinada por factores como la genética o factores ambientales modificables como la dieta, el estilo de vida o incluso la contaminación. A continuación, relacionaron al huésped y los factores del ambiente con la composición bacteriana.

Así pudieron constatar que en nuestros intestinos hay nueve especies centrales que todos compartimos. Además, cinco de ellas desempañan funciones clave en el ecosistema microbiano. Un ejemplo de ello es F.  prausnitzii, un butirato, importante productor de un ácido graso de cadena corta beneficioso, igual de abundante que las especies de Bacteroidetes y Bifidobacterium, conocidas por ser altamente beneficiosas.

Ya se sospechaba desde hace tiempo que la mayor parte del microbioma viene determinado por los microbios heredados de las madres durante el parto y la genética, pero los investigadores holandeses lograron demostrar que son esencialmente el ambiente y la convivencia los que moldean la composición del microbioma. De hecho, observaron que solo alrededor del 6,6% de los taxones son hereditarios, mientras que casi el 50% derivan significativamente de la convivencia. Por lo tanto, la microbiota intestinal de las personas que comparten alojamiento es más similar que la de las personas que viven separadas, independientemente del parentesco entre los participantes. En otras palabras, es posible que tengamos más bacterias en común con nuestros compañeros o nuestras compañeras de piso que con nuestra propia familia.

Los investigadores identificaron casi 3.000 asociaciones entre el microbioma y la salud y concluyeron que las enfermedades aparentemente no relacionadas comparten una firma común del microbioma.

Por ejemplo, observaron vínculos entre la presencia de algunas características de la microbiota y la dieta, el estatus socioeconómico, los primeros años de vida y el ambiente.  Los primeros dos o tres años de vida son cruciales para el desarrollo de la microbiota y los investigadores constataron que el entorno de vida de la infancia (tener mascotas, vivir en un área rural/urbana, vivir cerca de zonas verdes, tener padres que fuman, la contaminación) había moldeado considerablemente su microbiota futura.

 

Conclusiones y puntos esenciales

Como cabía esperar, los resultados del estudio muestran que los factores del estilo de vida que generalmente se consideran saludables, como seguir una dieta sana, no fumar y vivir en una zona verde y no contaminada, están relacionados con los patrones de microbiota asociados con una buena salud general.

«Observamos que una dieta más saludable, las exposiciones al medio rural y las mascotas en la actualidad y durante la infancia, la exposición a espacios verdes y unos mayores ingresos tienen puntos en común con los patrones de microbioma saludables», afirman los autores en el artículo.

También recalcan cómo sus observaciones apoyan la hipótesis de la diversidad del microbioma (también llamada hipótesis de la higiene), que sugiere que una menor exposición a la microbiota ambiental contribuye a un aumento en la frecuencia de enfermedades autoinmunes y alérgicas.

«Mientras que la hipótesis clásica de la higiene se centra en los patógenos y las exposiciones tempranas», concluyen, «nuestros resultados sugieren que estas exposiciones en la edad adulta también contribuyen a patrones de microbioma saludables o no saludables y que el entorno da forma al microbioma a lo largo de la vida, lo que significa que las terapias dirigidas al microbioma podrían ser efectivas durante toda la vida de un individuo. »

 

 

Referencia

Gacesa, R., Kurilshikov, A., Vich Vila, A. et al. Environmental factors shaping the gut microbiome in a Dutch populationNature 604, 732–739 (2022). https://doi.org/10.1038/s41586-022-04567-7