«¿Quién querría vivir en estas condiciones? No podemos ni ducharnos, ni limpiar la casa, ni hablamos… tras 17 días sin poder levantarme de la cama, soy incapaz de darme un baño, imagínese ocuparme de mis actividades diarias… ¿qué calidad de vida es esta? y ¿para qué?»

—Linda, enferma de síndrome de fatiga crónica

Cansancio continuo, dolor constante, incapacidad de mantener una carrera profesional o relaciones sociales «normales». Así es el día a día de las personas que padecen encefalomielitis miálgica (EM) también conocida con el nombre de síndrome de fatiga crónica (SFC), una enfermedad que se caracteriza por una fatiga excesiva que no se puede atribuir a ninguna otra enfermedad subyacente. Sus síntomas van de las jaquecas a los problemas cognitivos y de memoria, pasando por dolores inexplicados o trastornos digestivos. Pero el más representativo es sin duda un cansancio que no remite nunca. La situación empeora con la práctica del deporte y no mejora con el descanso.

Researchers also found an intriguing correlation between the severity of certain symptoms and the abundance of various bacteria

En palabras de numerosos pacientes de EM/SFC, obtener un diagnóstico de la enfermedad resulta extremadamente complicado, ya que implica descartar primero toda una serie de problemas de salud. Y es que dar con un biomarcador no está siendo tarea fácil para los investigadores médicos.

Una nueva y prometedora línea de investigación está explorando la posibilidad de encontrar un biomarcador en la microbiota intestinal. Un estudio de 2017 se suma a investigaciones anteriores centradas en identificar un parámetro biológico que permita diagnosticar esta enigmática enfermedad.

En este estudio, el Dr. W. Ian Lipkin y sus colegas de la Universidad de Columbia han comparado un grupo de enfermos de EM/SFC con individuos sanos. Algunos sujetos del grupo de EM/SFC ya habían sido además diagnosticados con el síndrome del intestino irritable (un trastorno funcional gastrointestinal).

Las células inmunitarias circulantes no permitían distinguir un grupo de otro. Sin embargo, la microbiota intestinal sí actuaba como elemento diferenciador tanto entre los grupos sanos y enfermos, los enfermos de EM/SFC y SII, y los que solo padecían EM/SFC. Los principales biomarcadores de EM/SII con SII respecto a los sujetos sanos consistían en un mayor número de Alistipes y una menor cantidad de Faecalibacterium. Por otra parte, el grupo de EM/SFC sin SII asociado parecía caracterizarse por una presencia más importante de la familia Bacteroides, aunque con una representación menor del género vulgatus de esta misma familia.

Basándose únicamente en los perfiles bacterianos, los investigadores han conseguido predecir los tres grupos con una precisión sorprendente: los individuos sanos, los sujetos que solo padecían EM/SFC y los enfermos de EM/SFC y SII. Los científicos han constatado asimismo que los marcadores de EM/SFC en general —independientemente del SII— incluían la disminución de ciertas vías metabólicas bacterianas en el intestino.

Los científicos también han observado una curiosa correlación entre la gravedad de ciertos síntomas —dolor, cansancio y merma de la motivación—y la abundancia de diversas bacterias y vías metabólicas en las personas con EM/SFC.

Estas investigaciones sugieren que la disbiosis específica de la EM/CFS podría ser difícil de separar de la disbiosis típica del SII, otro trastorno para el que cuesta hallar un biomarcador. El autor principal del estudio, Ian Lipkin, recalca el interesante solapamiento entre estas dos enfermedades: «Como en el caso del SII, la EM/SFC podría implicar una ruptura de la comunicación bidireccional entre cerebro e intestino por el intermedio de las bacterias, sus metabolitos y las moléculas en las que influyen», explica.

Aunque el estudio no aclare la causa subyacente de la EM/SFC, saca a la luz la existencia de disbiosis en esta enfermedad. Abre igualmente la puerta a la esperanza de poder encontrar un biomarcador en el futuro, ya sea en la composición de la microbiota intestinal o en las vías metabólicas bacterianas. Queda un largo camino por recorrer para los equipos de investigación, pero el descubrimiento de este biomarcador marcará un punto de inflexión en la vida de las personas afectadas por esta misteriosa enfermedad.

 

 

Fuentes:

Giloteaux L, Goodrich JK, Walters WA, et al. Reduced diversity and altered composition of the gut microbiome in individuals with myalgic encephalomyelitis/chronic fatigue syndrome. Microbioma 2016; 4:30.

Nagy-Szakal D, Williams BL, Mishra N, et al. Fecal metagenomic profiles in subgroups of patients with myalgic encephalomyelitis/chronic fatigue syndrome. Microbiome. 2017; 5:44.