Investigadores descubren un vínculo entre la microbiota intestinal y los genes de la respuesta inmunitaria en pacientes de esclerosis múltiple

 

A lo largo de los últimos 15 años, los científicos han ido descubriendo cómo los cientos de miles de billones de microorganismos alojados en nuestro tracto digestivo, esencialmente en el colon, desempeñan un papel clave en las diferentes funciones corporales como la digestión y el aprendizaje del sistema inmunitario. Asimismo, comienzan a comprender que las alteraciones de la microbiota intestinal están relacionadas con un mayor riesgo de enfermedades como la obesidad y la diabetes, pero también el asma, las alergias, e incluso la esclerosis múltiple (EM).

En este sentido, un nuevo estudio publicado en Nature Communications y dirigido por investigadores del Hospital Brigham de mujeres (BWH) ha aportado pruebas de que existe una conexión entre bacterias intestinales y EM. Los investigadores han observado que los patrones de microorganismos intestinales de pacientes de esclerosis múltiple diferían de los de individuos sanos.

También han constatado cambios microbianos en el intestino vinculados a alteraciones en la actividad de los genes que intervienen en el funcionamiento del sistema inmunitario.

«Aún no conocemos la dirección de la causalidad, es decir si los cambios afectan al riesgo o a la progresión de la EM. Se necesitarán más estudios para averiguar si los cambios observados son parte integrante del desarrollo de la EM o si por el contrario se trata de una consecuencia de este», reconoce Howard L Weiner, doctor en medicina, director del centro Partners EM, y codirector del Centro Ann Romney para Enfermedades Neurológicas del Hospital Brigham de Mujeres, en una entrevista concedida por correo electrónico a Gut Microbiota for Health.

Los hallazgos de este nuevo estudio abundan en la misma dirección que estudios recientes que vinculaban ciertos trastornos con la microbiota intestinal y podrían contribuir a diseñar nuevas terapias para la EM. «Nuestras conclusiones ponen de manifiesto que alterando la microbiota intestinal es posible obtener tratamientos para la EM que afecten a la microbiota y a su vez a la respuesta inmunitaria», añade Weiner.

 

La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad progresiva incurable que afecta a 2,3 millones de individuos en el mundo. La enfermedad consiste en un deterioro del revestimiento de mielina de las células nerviosas del cerebro y del raquis. Como consecuencia, los enfermos de EM padecen entumecimiento de los miembros, pérdida de control muscular, trastornos del habla y de la visión y fatiga crónica. Su causa sigue siendo desconocida, pero ya se han identificado más de 200 genes que contribuyen a su desarrollo.

Para el estudio, Weiner y sus colegas recabaron y analizaron muestras de heces de 60 pacientes de EM y 43 individuos sanos del grupo de control. Los investigadores constataron que dos tipos de bacterias—Methanobrevibacter, la principal fuente de metano en el intestino humano y Akkermansia— eran más abundantes en los pacientes de EM. Sin embargo, sus niveles de Butyricimonas eran menores respecto a los de las personas sanas. Los niveles de microorganismos que difieren en los enfermos de EM parecen provocar inflamación o han sido asociados a la autoinmunidad.

Para descartar que la medicación administrada a los pacientes de EM no estuviera provocando las diferencias descubiertas en la composición de la microbiota intestinal, los investigadores decidieron dividir las muestras iniciales en dos grupos: los que habían recibido medicación y los que no. Obtuvieron los mismos resultados: en ambos grupos de pacientes de EM se daban altos niveles de los dos mismos tipos de bacterias y una leve disminución de las Butirycimonas.

El equipo también tomó muestras del aliento de los sujetos y descubrió que debido al incremento de los niveles de Methanobrevibacter, el metano era más abundante en el aliento de los individuos enfermos.

Todos estos cambios iban ligados a las variaciones en la expresión de los genes de la respuesta inmunitaria en las células inmunitarias de la sangre, genes que intervienen en la maduración de las células y en las vías de señalización.

«Este estudio arroja cierta luz sobre la manera en que el intestino puede afectar al sistema inmunitario y este a su vez al cerebro», explica Weiner, quien también es profesor de neurología en la facultad de medicina de Harvard.

 

Según los investigadores, el próximo paso consistirá en continuar explorando las conexiones entre el intestino y el sistema inmunitario en un grupo de pacientes más amplio y supervisar los cambios a lo largo del tiempo para comprender mejor la progresión de la enfermedad y las intervenciones necesarias.

«Caracterizar el microbioma intestinal podría suministrarnos biomarcadores para evaluar la actividad de la enfermedad y sugerir nuevas estrategias de prevención para ayudar a aquellos con riesgo de desarrollar la enfermedad. También resultaría interesante explorar la manera en que se pueden usar los probióticos para contribuir a restablecer el microbioma intestinal en las personas con mayor riesgo de desarrollar la enfermedad», concluye Weiner

 

Referencia

Sushrut Jangi, Roopali Gandhi, Laura M. Cox, et al. Alterations of the human gut microbiome in multiple sclerosis. Nature Communications, 2016; 7: 12015 DOI: 10.1038/NCOMMS12015