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Un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la universidad McMaster (Canadá) publicado por la revista Nature Communications sugiere que las bacterias intestinales podrían desempeñar un papel crucial en la inducción de la ansiedad y de la depresión. Esta investigación es la primera en explorar el papel de la microbiota intestinal en la aparición de comportamientos alterados derivados del estrés neonatal.

Un equipo de científicos liderados por Premysl Bercik, profesor de medicina de la facultad de medicina Michael G. DeGroote de la universidad McMaster, ha llevado a cabo una serie de experimentos con roedores con el objetivo de estudiar el efecto de la microbiota intestinal en el comportamiento en un modelo determinado de ansiedad y de depresión.

Estudios previos habían demostrado que los ratones normales que habían sido separados de sus madres siendo crías desarrollaban de adultos respuestas al estrés alteradas, comportamientos de ansiedad y depresivos y padecían asimismo disfunción intestinal.

Como primer paso, los científicos sometieron a un grupo de ratones a estrés en sus primeros momentos de vida al separar de sus madres a los recién nacidos, de 3 a 21 días de edad,  durante tres horas diarias. Pudieron observar cómo esos ratones normales, dotados de microbiotas complejas, mostraban comportamientos propios de la ansiedad y de la depresión, así como altos niveles de corticosterona, también conocida como la hormona del estrés. Constataron asimismo que los animales padecían disfunción intestinal (tránsito intestinal acelerado), cuyo grado consiguieron evaluar indirectamente a través de la medición in vitro de la liberación de acetilcolina, un importante neurotransmisor que regula  la motilidad y la permeabilidad del colon.

A continuación, repitieron el mismo experimento, pero esta vez con roedores sin gérmenes, desprovistos de microbiota. A raíz del experimento, los roedores de este segundo grupo también acabaron con niveles alterados de la hormona del estrés, así como disfunción intestinal, pero no mostraron en cambio el menor signo de ansiedad o depresión. «Nuestros resultados sugieren que las bacterias son necesarias para inducir la ansiedad y la depresión en este modelo con ratones», declaraba Bercick, co-autor del estudio con su colega de postdoctorado, Giada de Palma, al Gutmicrobiotawatch.org.

En una etapa posterior, trasplantaron un microbiota  normal sano a los ratones sin gérmenes del grupo de control y a los ratones sin gérmenes separados de sus madres. Constataron entonces que los ratones injertados del grupo de control mantenían la misma microbiota, mientras que aquellos que habían sido separados de sus madres desarrollaban unos perfiles microbianos distintos, con una actividad metabólica diferente, vinculada a la aparición de la ansiedad y de conductas depresivas.

«La disfunción intestinal y el nivel alterado de hormonas del estrés en los ratones separados de sus madres había moldeado una microbiota intestinal que tendía a un fenotipo específico que fomenta la ansiedad y el comportamiento depresivo. Esto demuestra que tanto el huésped -el ratón- como los factores microbianos son precisos para provocar un comportamiento alterado en este modelo», señalaba Bercik.

Los resultados de este nuevo estudio suponen un paso más en la comprensión de cómo la microbiota intestinal puede determinar el comportamiento del huésped. Sería importante comprobar si esto también se aplica al hombre. «Muchos estudios con humanos han mostrado que el estrés temprano provocado por el abandono o el maltrato podía desembocar en trastornos psiquiátricos más adelante. Esto se debe probablemente al impacto en el sistema neuronal, que es muy maleable en los primeros años de vida», explicaba Bercik, autor principal del estudio.

Si se llegaran a confirmar estos resultados en humanos, los tratamientos a base de probióticos o dietas específicas podrían resultar útiles para prevenir o paliar las consecuencias del estrés temprano.

Bercik y su equipo ya habían demostrado en 2011 que las bacterias podían modificar las conductas exploratorias, en un estudio llevado a cabo con ratones sanos a los que la administración de antibióticos no absorbibles volvió más atrevidos y activos. Por otra parte, en un estudio de 2010, constataron que el probiótico B. longum mejoraba la ansiedad inducida por la inflamación (en roedores).