¿Qué tienen en común los yogures, la cerveza y el pan de masa madre? Son alimentos cuyo sabor, textura y digestibilidad dependen de la actividad de microorganismos. En otras palabras, se trata de alimentos fermentados. Pero, ¿el mero hecho de haber sido elaborados a partir de microorganismos o levaduras los convierte automáticamente en alimentos probióticos? ¡Por supuesto que no! Para poderlos calificar de probióticos, los microorganismos deben haber demostrado tener la capacidad de aportar un beneficio a la salud.

Es el caso del yogur, que puede tener un impacto sobre la mal digestión de la lactosa. Efectivamente, las bacterias del yogur transforman la lactosa (azúcar natural de la leche) en ácido láctico. Es esta fermentación la que permite la fabricación del yogur.

La cerveza y el pan de masa madre, en cambio, no contienen microorganismos vivos: a la cerveza se la somete a una etapa de filtración tras la fermentación y, para obtener el pan, es necesario cocer la masa, lo cual destruye las levaduras.

Sin embargo, que ciertos alimentos fermentados no contengan bacterias vivas no significa que no tengan otras propiedades beneficiosas. A través de la transformación por fermentación de materias primas o alimentos, se puede obtener una gran variedad de productos, texturas y sabores.

La fermentación es un método de conservación de alimentos que permite mejorar su digestibilidad.

Consumir productos fermentados que contengan bacterias es una buena manera de ingerir nutrimentos y bacterias beneficiosos para la salud. Por otra parte, además de todas estas ventajas para la salud, los alimentos fermentados son sencillamente deliciosos.

En esta infografía de la Asociación Científica Internacional de Probióticos y Prebióticos (ISAPP – International Scientific Association for Probiotics and Prebiotics), encontrarán otros ejemplos de alimentos fermentados probióticos. Y si todavía quieren saber más sobre este tema, pueden consultar nuestra infografía.