Muchos de nosotros aún recordamos, cómo, cuando nos dolía el estómago de pequeños, nuestra abuela nos aconsejaba comer un yogur para recuperarnos enseguida. ¡Y ahora la ciencia le da la razón! Los alimentos fermentados como el yogur, que forman parte de nuestra alimentación desde tiempos inmemoriales, contribuyen a que gocemos de buena salud. Pero ¿cómo? Pues cuidando de nuestra microbiota intestinal, la cual, a su vez, cuida de nosotros.

“Cuando estamos enfermos, nuestra microbiota intestinal está “trastocada”. Y si además, tomamos antibióticos, nuestra microbiota intestinal se altera completamente, lo cual crea un hueco en nuestro intestino en el que se pueden instalar bacterias patógenas. Ahí es precisamente donde interviene el yogur, ocupando esos espacios libres con compuestos capaces de ayudar a restaurar nuestras propias bacterias [beneficiosas]”, explica el microbiólogo italiano Lorenzo Morelli, investigador del Instituto de Microbiología de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán (Italia).

Los alimentos fermentados contribuyen al cuidado la microbiota intestinal y garantizan un mejor mantenimiento de nuestra salud

Morelli se ha especializado en el estudio del vínculo entre alimentos fermentados y salud. En efecto, durante más de dos decenios, ha investigado las bacterias beneficiosas o probióticos presentes de manera natural en los alimentos fermentados, como alternativa a tratamientos médicos, primero en animales, y más adelante en humanos.

“La gente tiende a considerar las bacterias como algo peligroso o a relacionarlas con patologías. Sin embargo, la mayoría de ellas son útiles para nuestra salud y nuestra existencia. Por ejemplo, las bacterias alojadas en nuestro intestino —nuestra microbiota intestinal— nos ayudan a degradar ciertos alimentos como las fibras, que seríamos incapaces de digerir solos”.

“Asimismo, mantienen una excelente relación con nuestro sistema inmunitario, al que entrenan para prepararlo a frenar los ataques potenciales de agentes patógenos”.

Estos probióticos o bacterias benéficas tienen un papel en la función del intestino, el cual es considerado como un segundo cerebro”, añade el experto, con quien coincidimos durante la última Cumbre Mundial sobre Microbiota Intestinal para la Salud de Roma, en la que intervino.

La fermentación es un proceso de transformación de las materias primas que ofrece un entorno natural a las bacterias para que prosperen

Antaño, el hombre encontraba estas bacterias beneficiosas descritas por Morelli en los alimentos fermentados como el yogur, tan característicos de la alimentación diaria tradicional. La fermentación es de hecho un proceso natural ancestral de transformación de las materias primas que ofrece un entorno natural a las bacterias y les permite prosperar.

En opinión de Morelli, el problema reside en que “hoy en día, consumimos menos alimentos fermentados vivos, ya que para conservar los alimentos recurrimos más bien a la pasteurización, la esterilización o los conservadores, entre otros”. Estos procesos, ligados a la evolución de nuestro modo de vida y de nuestras necesidades, eliminan la mayoría de las bacterias vivas de nuestra dieta. Sin embargo, aún es posible encontrar algunas en la leche fermentada y algunas recetas a base de verduras.

Morelli, quien considera que la dieta es la mejor manera de aportar bacterias beneficiosas a nuestro organismo, ha estudiado los alimentos que podían acompañar más eficazmente a esas bacterias hasta nuestro intestino (lugar de su impacto). No hay que olvidar que para aportar estos beneficios, los probióticos deben sobrevivir a los ácidos del proceso digestivo y llegar hasta el tubo digestivo inferior vivos.

Es cierto que el bolo alimenticio permite a los probióticos resistir mejor a su paso por los medios ácidos. Pero sabemos que “ciertos alimentos protegen y ayudan a las bacterias durante su tránsito [de la boca al intestino]”. Es el caso del yogur, el cual, al bloquear la acidez gástrica, aumenta las probabilidades de supervivencia de las bacterias a su paso por el estómago. Basta, por tanto, con un buen compañero de viaje para que los probióticos logren sobrevivir y llegar vivos a su lugar de actuación.

Nuestra abuela —esa fuente inagotable de sabiduría— tenía una vez más toda la razón. Consumir productos fermentados cada día nos ayuda a proteger nuestra microbiota intestinal y por ende, nuestra salud.