La leche materna es sin duda el primer alimento del bebé, sin embargo, también contiene ciertos componentes, esencialmente fibras y oligosacáridos, que no están destinados a él, sino a un ejército de comensales bacterianos que comienza a colonizar el intestino del niño a partir del nacimiento.
«El primer efecto de la leche materna es la colonización del intestino por parte de grupos bacterianos específicos que pueden digerir esas moléculas de azúcares» explicaba Thierry Hennet, investigador en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Zurich, Suiza, durante una entrevista telefónica concedida al Gut Microbiota for Health. «Los niños no disponen de la maquinaria necesaria para digerir esos azúcares, así que estos quedan literalmente para las bacterias. Lo podríamos comparar a un campo de cultivo en el que la leche materna actuaría de fertilizante», añade. Las bacterias utilizan estas moléculas como nutrientes con efecto prebiótico.
Esta es una de las principales conclusiones de una revisión exhaustiva de más de 70 estudios científicos llevada a cabo por Hennet y sus colaboradores, publicada en Trends in Biochemical Sciences.
Según los autores, otro papel importante de la leche materna humana sería el establecimiento de los cimientos del sistema inmunitario del niño, también vinculado a la microbiota intestinal. La primera leche, llamada calostro, producida por la madre justo antes y después del parto, es extremadamente rica en anticuerpos maternos, proteínas y carbohidratos beneficiosos.
«Preserva el tracto gastrointestinal del niño y puede incluso llegar a salvar la vida de bebés prematuros, al protegerlos de una enfermedad muy grave, la enterocolitis necrotizante», señala Hennet. Todos estos anticuerpos y moléculas ralentizan el crecimiento de las bacterias nocivas y coordinan la actividad de los glóbulos blancos o leucocitos, las células del sistema inmunitario implicadas en la protección del cuerpo contra enfermedades e invasores infecciosos.
Tras aproximadamente un mes de exposición al mundo exterior, los niños comienzan a desarrollar su propio sistema inmunitario y a partir de ese momento, la composición de la leche materna cambia: los niveles de anticuerpos maternos se reducen en un 90 %, así como la diversidad de azúcares de la leche, constituidos por más de 200 tipos de moléculas. Por otro lado, aumenta la proporción de lípidos y de otros nutrientes que contribuyen al crecimiento del niño.
Tal y como recalcan los autores del artículo, la leche materna humana es la más compleja de todos los mamíferos y su composición química y el papel de algunos de sus componentes continúa siendo un quebradero de cabeza para los científicos, quienes comienzan apenas a entenderlos. Se sabe que contiene más de 200 moléculas de azúcar diferentes, una cifra muy superior a la media de 30 a 50 en la leche de vaca o de ratón, por ejemplo. Está asimismo perfectamente diseñada para satisfacer la principal necesidad del bebé: el desarrollo de su cerebro.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda alimentar al niño con leche materna exclusivamente durante al menos los 6 primeros meses.
Referencias:
Hennet, T y Borsig, L: Breastfed at Tiffany’s. Trends in Biochemical Sciences. 17 de marzo de 2016. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.tibs.2016.02.008