El envejecimiento es un proceso fisiológico que conlleva cambios observables a simple vista (aparición de arrugas, canas, cambios de estatura o de postura…), pero también otros, mucho menos obvios (mayor fragilidad). También se producen cambios relacionados con la edad en nuestro tracto digestivo, aunque no son siempre fáciles de detectar para el ojo humano. La dieta y la genética del huésped son factores determinantes en la función y la composición microbiana intestinal, cuyos orígenes se remontan al momento del nacimiento.

Los fármacos como antibióticos, analgésicos y medicamentos para la diabetes, así como las dietas de tipo occidental pueden causar perturbaciones importantes en la microbiota intestinal

La modalidad de parto y el tipo de alimentación en edad temprana (lactancia materna frente a fórmula infantil) son elementos cruciales que modulan la microbiota intestinal durante los primeros días de vida. La microbiota intestinal de los neonatos se caracteriza por una baja diversidad en la que predominan las bifidobacterias y cada bebé tiene un perfil de composición único en términos de especies. El incremento de la diversidad de la microbiota intestinal se produce más adelante, con la diversificación de la dieta: introducción de fruta y verdura, harinas de cereales y alimentos ricos en proteínas. Alrededor de los 3 años de edad, la microbiota intestinal del niño se estabiliza y comienza a asemejarse a la de un adulto.

Los fármacos como antibióticos, analgésicos y medicamentos para la diabetes, así como las dietas de tipo occidental pueden causar perturbaciones importantes en la microbiota intestinal, alterando su perfil, con unas consecuencias para la salud que no siempre se entienden.

Después de los 60, la diversidad de la microbiota intestinal empieza a decaer y a variar considerablemente entre individuos, un patrón que recuerda al observado en los recién nacidos.

Pero no todo son malas noticias. Parece que el efecto de un estilo de vida saludable superaría al de los cambios de la microbiota intestinal relacionados con la edad. Unos científicos irlandeses han descubierto en efecto que el lugar de residencia y el estilo de vida de las personas mayores era determinante para la diversidad de su microbiota intestinal.

Las personas ancianas que viven en casa atendidas por cuidadores son las que tienen una microbiota intestinal más diversificada, seguidas por las que se encuentran en hospitales de día y rehabilitación diurna. Por el contrario, la microbiota de los ancianos ingresados en cuidados de larga duración es la más pobre. Los sujetos ingresados en residencias por largos periodos presentan la microbiota intestinal menos diversificada, y gozan de peor salud en general.

Un segundo estudio ha puesto asimismo de manifiesto el potencial del estilo de vida para contrarrestar los cambios en la microbiota intestinal vinculados a la edad, al descubrir que la composición de la microbiota intestinal de los ancianos sanos de zonas rurales y urbanas de China era muy similar a la de los treintañeros sanos de las mismas poblaciones.

Existe un vínculo entre el envejecimiento saludable y un intestino sano. A la luz de estos recientes descubrimientos, mantener, mediante un estilo de vida saludable, la diversidad de nuestra microbiota intestinal cuando envejecemos podría considerarse un indicador de envejecimiento saludable, al igual que mantenerse activo y dormir bien son indicadores de bienestar.

 

Esta publicación está basada en el artículo “Gut microbiota from cradle to grave: does age or lifestyle matter more?”, coescrito por Paul Enck y Kristina Campbell para la web de Science Trends.

 

Referencias:

 

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