¡Quién fuera un oso pardo! Al menos en épocas de comilonas o de antojos como las Navidades, o las vacaciones de verano. ¿Por qué tenerles envidia? Pues porque estos enormes mamíferos, cuando se preparan a hibernar, se ceban a fin de acumular rápidamente peso para su siestecilla invernal, y sin embargo – afortunados ellos- a pesar de esa subida de peso repentina, consiguen evitar todos los inconvenientes para la salud a menudo vinculados a la obesidad que nosotros, como humanos, sí que padecemos. Un nuevo estudio publicado en Cell Reports podría haber desvelado ahora el secreto de estos seres peludos: su microbiota intestinal.

Investigadores de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, han descubierto que cuando cambia drásticamente el modo de vida del oso entre estaciones, también lo hace su mezcla de bacterias intestinales. Por tanto, durante la hibernación, su microbiota pierde diversidad respecto a la mezcla bacteriana del verano, la cual es por ejemplo muy rica en microbios especializados en extraer más eficazmente energía de los alimentos.

“Sorprende la capacidad de restructurar la microbiota en un recolector de energía más eficaz en verano, contibuyendo potencialmente a un mayor nivel de adiposidad, sin por ello deteriorar el metabolismo de la glucosa”, confesaba el autor principal del estudio, el Profesor Fredrik Bäckhed, en un comunicado de prensa.

Este experto en microbiología celular sueco lleva más de un decenio estudiando el efecto del ecosistema bacteriano intestinal en la salud humana y se ha centrado especialmente en el vínculo entre obesidad y microbiota. En estudios previos, ya había demostrado que la composición de las bacterias intestinales podía influir en la cantidad de energía extraída de los alimentos. También había hallado alteraciones en la microbiota de individuos obesos y diabéticos de tipo 2.

Con esta nueva investigación, Bäckhed y sus colegas querían comprobar si esos cambios observados en la microbiota podían estar desempeñando un papel clave en la hibernación de los osos en estado salvaje. En colaboración con el Proyecto Escandinavo de Investigación sobre el Oso Pardo, especializado en el estudio de dichos mamíferos en la naturaleza, consiguieron obtener muestras fecales y sanguíneas de 16 osos durante el periodo de hibernación. Asimismo, dotaron a los animales de collares con GPS para poder localizar sus movimientos en verano y así comparar las diferencias en su microbiota entre estaciones.

En general, pudieron observar en los animales unas bacterias menos diversificadas en invierno que en verano. Pasaron de tener más Firmicutes y Actinobacteria a más Bacteroidetes. Al analizar las muestras de sangre, también constataron alteraciones en numerosas sustancias metabólicas como los triglicéridos, el colesterol y la bilis durante el transcurso de la estación.

Según señalaron los autores en un comunicado de prensa, los cambios en la microbiota intestinal entre estaciones no les sorprendió; sin embargo, era la primera vez que se describía el papel de estas bacterias en el metabolismo energético de un animal en hibernación.

A fin de profundizar en la influencia de estos cambios en el metabolismo de los osos, trasplantaron en laboratorio microbiota de verano y microbiota de invierno a ratones desprovistos de gérmenes. Tal y como sucedía con los osos, el peso y la grasa de los roedores a los que se había trasplantado microbiota de verano habían aumentado rápidamente, a pesar de que no existían diferencias entre su metabolismo de la glucosa y el de aquellos con microbiota de invierno. Habían acumulado grasa, pero sin deteriorar por ello su tolerancia a la glucosa.

En palabras de Bäckhed, estos resultados sugieren que «la microbiota podría desempeñar un papel más importante de lo que se creía en el metabolismo energético y la adaptación al frío

¿Y qué sucede con los humanos? ¿Pueden estos resultados abrir la puerta a nuevos enfoques para luchar contra la obesidad? La respuesta es: todavía no. Este estudio se puede catalogar como ciencia básica, será por tanto necesario seguir ahondando en el ámbito de la microbiota intestinal antes de poder sacar conclusiones y algún provecho para los humanos de esos microbios intestinales de los osos.

A pesar de su cautela, Bäckhed también se muestra cauto optimista al respecto: “Si conseguimos averiguar más acerca de las bacterias y las funciones que favorecen o protegen contra la obesidad [en los osos en hibernación], podríamos identificar nuevos objetivos terapéuticos”.

Referencias:

Sommer et al. The Gut Microbiota Modulates Energy Metabolism in the hibernating Brown Bear Ursus arctos. Cell Reports. 2016; 14: 1-7 http://www.cell.com/cell-reports/abstract/S2211-1247(16)00047-4