Numerosos estudios han vinculado nuestro modo de vida a la composición de la microbiota intestinal. Factores como el estrés continuado, una dieta poco equilibrada rica en grasas y unos hábitos sedentarios, entre otros, podrían estar relacionados con la variedad de especies microbianas presentes en nuestros intestinos. Sin embargo, los mecanismos subyacentes siguen constituyendo un enigma.

Pero ahora, una nueva investigación publicada por Cell Reports sugiere que la razón por la que el modo de vida occidental podría disminuir la variedad de bacterias y alterar la composición global de la microbiota intestinal sería que este impone barreras a la propagación de las bacterias de humano a humano.

Dirigidos por  Jens Walter, principal autor del estudio, del Departamento de Ciencias Agrícolas, de los Alimentos y de la Nutrición de la Universidad de Alberta, los investigadores analizaron las heces de adultos de Estados Unidos y de habitantes de zonas rurales y principalmente agrícolas de Papúa Nueva Guinea, actualmente uno de los países menos urbanizados del mundo. Descubrieron que a pesar de que los americanos y los papúes compartían un gran número de las principales especies microbianas, a los estadounidenses les faltaban 50 tipos de bacterias comparados con los habitantes de Oceanía.

Los autores del estudio quisieron seguir indagando acerca de estas diferencias en las composiciones microbianas. Constataron entonces que la dispersión bacteriana, es decir, la capacidad de los microbios para propagarse de una persona a otra en el seno de una comunidad, parecía constituir el proceso predominante a la hora de dar forma a la composición de las bacterias intestinales en el caso de los papúes, no así en el de los americanos.

Los investigadores consideran que en los países menos industrializados como Papúa Nueva Guinea,  la falta de tratamiento de aguas residuales, residuos o agua potable están probablemente detrás de esa mayor diversidad bacteriana, mientras que las prácticas higiénicas del modo de vida occidental podrían constituir un factor importante de la alteración de la microbiota. La dieta, tal y como explican los expertos, también puede desempeñar un papel fundamental. De hecho, una de las hipótesis que se baraja es que nuestra alimentación, demasiado refinada, pobre en fibra y con una alta proporción de proteínas respecto a los carbohidratos, haya conducido a la eliminación de ciertas especies bacterianas.

Teniendo en cuenta que las alteraciones del microbiota en las poblaciones occidentales han sido a menudo vinculadas a algunas enfermedades como diabetes de tipo 1, obesidad, alergias, enfermedad de Crohn, enfermedad celíaca, colitis o incluso cáncer de colon, los hallazgos de este estudio pueden resultar muy relevantes por sus implicaciones en la salud humana: podrían permitir diseñar estrategias para incrementar la diversidad de la microbiota intestinal e impulsar la propagación y transmisión de bacterias beneficiosas que actualmente han sido erradicadas.

Pero no todo son malas noticias para los intestinos occidentales. Si bien es cierto que debido a nuestras prácticas higiénicas, nuestra diversidad microbiana es menor, también lo es la incidencia de enfermedades gastrointestinales en los países occidentales en comparación con las comunidades rurales de Papúa Nueva Guinea. Los expertos creen que nuevas investigaciones serán necesarias para determinar cuáles son los factores específicos del modo de vida y cultural implicados en las diferencias de la microbiota, la importancia de cada uno, así como los mecanismos responsables de la alteración de las bacterias. Conocer todos estos factores permitiría desarrollar nuevas formas de amortiguar los daños colaterales del modo de vida occidental moderno, sin por ello comprometer los beneficios que otorga al microbiota intestinal.