El deporte tiene la reputación de ser esencial tanto para la salud mental como para la física. Es bueno para el corazón, para mantener la línea y podría incluso contribuir a prevenir ciertos tipos de cáncer. Además, puede hacernos sentir de mejor humor y potenciar nuestra creatividad y nuestra capacidad de aprendizaje.

Pero, según concluye un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Gut, sus beneficios irían aún más allá: la práctica regular de deporte también podría desempeñar un papel importante en nuestra salud general (de forma directa o indirecta), al contribuir a una mayor diversidad de nuestra microbiota intestinal.

En los últimos años se han multiplicado los estudios que tratan de arrojar cierta luz sobre la importancia de una comunidad bacteriana saludable y equilibrada en los intestinos, la flora o microbiota intestinal, por su aportación a la mejora de nuestro metabolismo y de la respuesta de nuestro sistema inmunológico. Tal y como ya hemos explicado en este blog, las personas con una microbiota equilibrada y variada podrían ser menos propensas a contraer enfermedades como la obesidad, los problemas inmunológicos, las patologías inflamatorias como el síndrome del intestino irritable o incluso la diabetes, que las que tienen una variedad microbiana menor.

Ya se solía considerar a la dieta y al estilo de vida (estrés, tabaquismo, etc.) como los factores con mayor influencia en la microbiota intestinal, pero hasta ahora poco se había investigado sobre el vínculo entre la práctica de una actividad deportiva regular y frecuente y las bacterias intestinales. Un nuevo estudio dirigido por científicos de la Universidad de Cork (UCC) en Irlanda, ha investigado por primera vez de forma específica el impacto del deporte en la diversidad de la microbiota intestinal.

Los investigadores analizaron muestras de heces y de sangre de 40 jugadores profesionales de rugby durante el programa de entrenamiento de pretemporada, así como de otros dos grupos de control compuestos de hombres adultos sanos que no eran deportistas profesionales. Por otra parte, todos los voluntarios rellenaron un cuestionario sobre sus rutinas de ejercicio y de alimentación.

Los científicos descubrieron que los atletas tenían más diversidad microbiana que los de los otros grupos de control, especialmente aquellos con problemas de peso. Y también se percataron de que los jugadores de rugby tenían mayores cantidades de una bacteria muy saludable, llamada Akkermanssia, que ya se había relacionado en estudios anteriores con un menor riesgo de padecer obesidad o inflamación sistémica. Los análisis de la dieta también revelaron que los atletas consumían mayor cantidad de proteínas que los otros dos grupos – 22 % frente a 15 %-, más frutas y verduras, y menos aperitivos. El estudio llega incluso a calificar esta alimentación como « extrema »

Los resultados se encuentran en una fase preliminar y todavía es pronto para decir si el deporte es el factor principal en la alteración de la composición de la microbiota intestinal o si una mayor ingesta de proteínas también podría ser determinante. Está ya en curso un estudio de seguimiento cuyos resultados se esperan para finales de este año.