En los países occidentales, una media de 2 de cada 100.000 niños de entre10 y 19 años padecen alguna enfermedad inflamatoria intestinal (EII), un término amplio que –como ya hemos comentado con anterioridad en este mismo blog– cubre enfermedades como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Y los expertos alertan de que la incidencia de estas enfermedades va en aumento.

 

A partir del momento en que se les diagnostica la enfermedad, los niños se enfrentan a una enfermedad que les acompañará toda la vida, así como sus potenciales secuelas para su salud. En el caso de la enfermedad de Crohn, su aparición temprana puede acarrear problemas de crecimiento, fragilidad ósea o retrasos en la pubertad, entre otros. Resulta por tanto esencial identificar cuanto antes si un tratamiento es eficaz. Actualmente, a los jóvenes pacientes se les trata con antibióticos, un fármaco anti-inflamatorio denominado anti-TNF o con una dieta altamente restrictiva.

 

Sin embargo, el desconocimiento acerca de cómo funcionan estos tratamientos, así como de las causas de la enfermedad, ha frenado el desarrollo de nuevas vías terapéuticas para los pacientes. Pero ahora los hallazgos de un nuevo estudio publicado en ‘Cell Host and Microbe’ realizado por investigadores de la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania apuntan a nuevas estrategias para el diagnóstico y tratamiento de las EII en los jóvenes pacientes.

Los investigadores, de la mano del Hospital infantil de Filadelfia, Hospital infantil de Seattle, Centro de salud IWK y Hospital para niños enfermos de Canadá, analizaron la microbiota intestinal de niños afectados por la enfermedad de Crohn que se encontraban bajo tratamiento. Constataron que tanto el tratamiento basado en la dieta como las terapias anti-inflamatorias podían alterar la composición microbiana del intestino sin llegar a restaurar completamente ni la estabilidad natural de las bacterias intestinales ni la de los hongos.  Y precisamente, la enfermedad de Crohn se caracteriza por una composición microbiana intestinal alterada. Por tanto, estos resultados podrían emplearse en el futuro para desarrollar estrategias innovadoras encaminadas a diagnosticar y tratar a pacientes con EII.

“Hemos demostrado que los microbios alojados en el intestino responden al tratamiento contra las EII de una forma mucho más compleja de que lo que se pensaba en un principio”, explicaba en unas declaraciones uno de los investigadores principales del estudio, Gary Wu, de la Universidad de Pensilvania. “Los resultados de nuestro estudio aportan datos que podrían utilizarse para rastrear o predecir la enfermedad, así como para idear nuevas estrategias terapéuticas basadas en la dieta”, añadía.

Wu y sus colegas llevaron a cabo un estudio internacional con 90 niños afectados por la enfermedad de Crohn y un grupo de control de 26 niños sanos. Controlaron los síntomas, inflamaciones y cambios microbianos durante 8 semanas y realizaron un análisis metagenómico a partir de muestras de heces de los niños a fin de comprobar el efecto de los tratamientos terapéuticos en sus ya desequilibradas microbiotas intestinales. Por último, recabaron más de medio billón de bases de datos de secuencias de ADN y las utilizaron para caracterizar el comportamiento de los microbios intestinales a lo largo del tiempo.

Su primer hallazgo fue que ninguno de los tratamientos conseguía restaurar el equilibrio normal de los microorganismos. Observaron, por ejemplo, que el uso de antibióticos iba vinculado a unas comunidades bacterianas muy perturbadas y a la presencia de una gran cantidad de hongos en el intestino. Por su parte, las dietas basadas en leche maternizada eran eficaces a la hora de reducir la inflamación y el número de hongos, pero no conseguían corregir el desequilibrio de la población bacteriana. En cuanto a las terapias anti-TNF, con estas, la comunidad microbiana, alcanzaba un estado más cercano a lo saludable, sin embargo, tampoco lograba disminuir la cantidad de hongos.

“Las dietas basadas en leche de fórmula ayudan a los niños a aliviar sus síntomas y su inflamación, aunque dando lugar inicialmente a una microbiota más disbiótica [desequilibrada]”, explica Wu. “Se trata de un descubrimiento fascinante, que implica que podría no ser necesario restaurar completamente una microbiota saludable para conseguir un efecto beneficioso.”

Según este estudio, si bien la disbiosis es una parte importante de la enfermedad de Crohn, la reacción de los microbios a los diferentes tratamientos puede variar considerablemente. Este descubrimiento podría preparar la vía para nuevas maneras de diagnosticar y elegir la terapia adecuada para cada paciente. Pero para ello será necesario seguir investigando en esta dirección.

 

Referencias

Cell Host & Microbe, Lewis y Chen et al.: «Inflammation, Antibiotics, and Diet as Environmental Stressors of the Gut Microbiome in Pediatric Crohn’s Disease» http://dx.doi.org/10.1016/j.chom.2015.09.008