¿Quién pasaría por Nápoles sin dejarse tentar por una pizza? ¿O por Jamaica sin probar el pollo picante o por México sin degustar la típica enchilada?

Unos de los mayores placeres de viajar son sin duda las experiencias culinarias. ¿Pero qué consecuencias tiene adoptar una dieta tan alejada de nuestros hábitos cotidianos?

Los estudios científicos existentes parecen concluir que los cambios drásticos en la alimentación pueden ser determinantes para las bacterias y demás microorganismos alojados en el intestino. Imagínese: su comunidad bacteriana intestinal está ocupada llevando a cabo sus tareas rutinarias, como la producción de vitaminas y ácidos grasos de cadena corta que actúan como fuentes de energía para las células intestinales. Y de repente, su cadena de aprovisionamiento cambia completamente.

Algunos científicos se han referido al microbioma intestinal como la «interfaz del cuerpo con el mundo exterior del viajero»

Una investigación realizada en Harvard hace ya muchos años fue la primera en mostrar claramente que el microbioma humano respondía en 24 horas a un cambio drástico de alimentación —en este caso pasando de una dieta constituida mayoritariamente por productos animales a otra basada esencialmente en productos vegetales. La dieta a base de productos animales desencadenaba una rápida disminución de los microorganismos que trituran la fibra alimentaria de las plantas (Roseburia, Eubacterium rectale y Ruminococcus bromii).

En cuanto a los efectos de los viajes en sí, existen pocos estudios con humanos al respecto. Pero algunos científicos se han referido al microbioma intestinal como la «interfaz del cuerpo con el mundo exterior del viajero», ya que las especies de microorganismos intestinales observadas pueden variar en función de la dieta y de otros factores relacionados con los viajes.

Unas investigaciones del año 2015 sacaron a la luz lo que sucedía cuando se simulaban viajes y los cambios de alimentación inherentes a estos con ratones. Para este estudio, los investigadores recabaron microbiota intestinal de personas de diferentes países: una de Bangladesh, una de Malawi, otra de Venezuela y dos de Estados Unidos (una con el típico régimen estadounidense y la otra sometida a una dieta «paleo» rica en proteínas y grasas). Se trasplantaron estas muestras de microbiota humana a ratones desprovistos de gérmenes y después, como si se hubieran ido de viaje por el mundo, se les sometió a una serie de dietas representativas de cada país. Los científicos constataron sorprendidos que estas combinaciones entre dieta y microbiota preexistente afectaban al tiempo de tránsito intestinal, es decir el tiempo que tardan los alimentos en recorrer el tracto digestivo. Otro estudio ha revelado estrechos vínculos entre bacterias intestinales y motilidad, pero en este caso, estas relaciones dependían de la dieta de los ratones en un momento dado.

Será necesario realizar nuevos estudios para averiguar exactamente cómo afecta a la salud humana la restructuración temporal de los microbios intestinales inducida por los viajes. Si bien es cierto que viajar a ciertas zonas del mundo incrementa el riesgo de contraer enfermedades infecciosas —incluidas aquellas acompañadas de diarrea— descubrir el papel de la microbiota intestinal requiere nuevos estudios.

Así que durante sus vacaciones de verano, caiga en la tentación y disfrute de las deliciosas especialidades locales. Pero no olvide que, según los científicos, las criaturas alojadas en su intestino conocen perfectamente su debilidad por el «fish and chips» británico.

 

Fuentes:

Dey N, Wagner VE, Blanton LV, et al. Regulators of Gut Motility Revealed by a Gnotobiotic Model of Diet-Microbiome Interactions Related to Travel. Cell. 2015; 163: 95-107.

David LA, Maurice CF, Carmody RN, et al. Diet rapidly and reproducibly alters the human gut microbiome. Nature. 2014; 505: 559-563.