Los padres que en sus países tienen acceso a los cuidados médicos modernos llevarán a sus hijos a revisiones periódicas durante sus primeros años de vida. Narrarán orgullosos los progresos de sus niños: la primera vez que aplaudió, que gateó, o que bebió de una taza, y por supuesto, el personal médico se encargará de hacer un seguimiento minucioso del crecimiento del niño.
Sin embargo, en algunos lugares, y para ciertos niños, la progresión continua de la curva de crecimiento del niño no está garantizada. La malnutrición o la desnutrición pueden impedir tanto la toma de peso como el crecimiento lineal que cabría esperar en un niño sano.
Asegurar el crecimiento del niño es un objetivo difícil de conseguir. En efecto, lo que está en juego para la salud futura de un niño malnutrido es muy importante, y no se resuelve solo con administrarle los alimentos adecuados. Algunos niños malnutridos, a pesar de haber recibido todos los nutrientes necesarios, no vuelven a un patrón de crecimiento normal y continúan experimentando complicaciones de salud. ¿Cómo explicar este fenómeno?
Los científicos han deducido que la composición anormal de las bacterias intestinales podría ser la causa de la falta de crecimiento, aún con los nutrientes cubiertos
Los científicos han conseguido reunir pruebas de que tanto para los animales como para los humanos, la microbiota intestinal es un factor clave a la hora de determinar el crecimiento de los niños malnutridos.
Un revelador estudio de 2014 desvelaba que los niños con malnutrición aguda grave (MAG) tienen unas comunidades microbianas intestinales «inmaduras» con respecto a su edad, que no vuelven a su estado normal después de haber administrado una alimentación terapéutica al niño. Los científicos han deducido que la composición anormal de las bacterias intestinales podría en parte ser responsable de la falta de crecimiento adecuado, incluso después de haber cubierto las necesidades nutricionales del niño. Los profesionales de la salud ya saben que los niños que padecen MAG evolucionan mejor cuando consumen antibióticos (que podrían modificar la microbiota intestinal) junto con alimentos terapéuticos. De hecho, la Organización Mundial de la Salud recomienda que se administren antibióticos a estos niños cuando se les trate en sus comunidades. Pero este enfoque dista mucho de ser óptimo y se requieren urgentemente nuevas propuestas para prevenir complicaciones en el futuro, cuando los niños no crezcan como deberían.
François Leulier, investigador en el Instituto de Genómica Funcional (IGF) de Lyon (Francia) y director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica francés (CNRS), es uno de los científicos que se ha interesado por esta cuestión. Su estrategia consiste en estudiar la malnutrición y el crecimiento en diferentes criaturas para averiguar lo que sucede con los humanos.
«Hemos partido de una cuestión biológica básica», explica Leulier durante una entrevista concedida al equipo de editores de GMFH, en la cual asegura que su intención era la de trabajar inicialmente con modelos sencillos para posteriormente probar las ideas más prometedoras en modelos con una esperanza de vida mayor y sistemas fisiológicos cada vez más complejos: de las moscas a los ratones para acabar con los humanos.
«Hemos empezado por un modelo animal con moscas», comenta Leulier. «La idea era comprobar si las observaciones realizadas en los insectos eran válidas para los ratones».
Los trabajos llevados a cabo en el laboratorio de Leulier, publicados en 2016, revelaron que la presencia o ausencia de microbiota intestinal afectaba de forma significativa a la forma en que crecían los ratones cuando se les sometía a una malnutrición crónica. «Lo que nos llamó la atención fue que al comparar los patrones de crecimiento de los animales desprovistos de gérmenes con los que sí tenían microbiota, se observa una diferencia esencial en la habilidad para atenuar los efectos [negativos] de la desnutrición crónica» declara el científico. Por tanto, cuando se sometía a los animales a una situación de desnutrición, el crecimiento de aquellos desprovistos de gérmenes se estancaba considerablemente, mientras que el de los que tenían una microbiota intestinal normal se alteraba menos.
«Lo que se puede observar claramente en los diferentes modelos animales es que la microbiota intestinal es primordial a la hora de modelar la respuesta del huésped a la desnutrición crónica», aclara el autor del estudio.
Consciente de que para los humanos, la maduración de la microbiota intestinal durante la niñez es un proceso delicado, el científico recalca que «los resultados experimentales sugieren que este patrón de maduración alterado de la comunidad intestinal durante la niñez es una de las causas de los déficits de crecimiento a los que se enfrentan esos jóvenes animales o niños».
«Lo que sucede exactamente entretanto —cómo ocurre la maduración, [cómo se produce] la falta de maduración, las consecuencias en los organismos y la biología subyacente a estos fenómenos— sigue sin estar claro». Entender los mecanismos tras estos fenómenos es el reto al que han decidido enfrentarse el investigador y sus colegas.
Curiosamente, algunas cepas de bacterias probióticas parecen tener un efecto desmedido en el crecimiento. Leulier y sus colegas ya habían demostrado que en las moscas, una bacteria concreta llamada Lactobacillus plantarum favorecía el crecimiento. ¿Sucedería lo mismo con los ratones?
«Las cepas que fomentaban el crecimiento en el modelo con insectos también tenían efectos importantes en el crecimiento juvenil de los ratones», confirma el investigador. Tras observar que el crecimiento parece depender de la presencia de bacterias específicas, Leulier piensa que algunas cepas de lactobacilli (y posiblemente cepas de de otros grupos bacterianos) son intrínsecamente capaces de fomentar el crecimiento.
Actualmente, el laboratorio investiga la posibilidad de que las cepas bacterianas que fomentan el crecimiento actúen a través del factor de crecimiento insulínico tipo 1, que es un potenciador clave del crecimiento de los huesos y el crecimiento general de los niños.
Algún día, una mejor comprensión de la forma en que los microbios impactan en el crecimiento de los niños sometidos a malnutrición podría llegar a salvar vidas humanas, quizás mediante herramientas que complementen las estrategias nutricionales utilizadas actualmente. Sin embargo, Leulier avisa de que la estrategia para mejorar el crecimiento de los niños no será un camino de rosas: «No será sencillo, ya que muchos de los microbios de la microbiota intestinal siguen estando mal caracterizados y son difíciles de cultivar», insiste. Además, se deberán llevar a cabo ensayos clínicos exhaustivos.
Pero Leulier no pierde de vista el objetivo final, que no es tan descabellado. «Podríamos contemplar una estrategia terapéutica de renutrición combinada con la administración de cepas de probióticos funcionales que se dedicarían a potenciar el crecimiento de animales o niños».
Referencias:
Schwarzer M, Makki K, Storelli G, et al. Lactobacillus plantarum strain maintains growth of infant mice during chronic undernutrition. Science. 2016; 351:854-857.