Se nos ocurren cosas más agradables por las que interesarse que un pañal usado. Sin embargo, las heces que contiene pueden ayudar a los médicos a predecir si un niño podría padecer asma en el futuro y a comenzar a tratarlo para prevenir la enfermedad.
Investigadores han descubierto en las heces de los bebés de hasta tres meses la existencia de cuatro bacterias que desempeñan un papel esencial en esta enfermedad crónica que afecta a los pulmones de 300 millones de personas en el mundo.
Estudios anteriores llevados a cabo con animales ya sugerían que existía una relación entre la enfermedad y la microbiota intestinal, pero esta es la primera vez que se demuestra este vínculo en humanos.
Según los científicos, los resultados obtenidos, publicados en Science Translational Medicine, podrían contribuir a detectar el riesgo de desarrollar la enfermedad así como a encontrar nuevos tratamientos probióticos para prevenirla.
Bajo la batuta de Brett Finlay, profesor de microbiología y bioquímica de la Universidad de Colombia Británica (UBC), en Canadá, los científicos comenzaron realizando ensayos con 319 niños que formaban parte del estudio Canadian Healthy Infant Longitudinal Development Study (CHILD) para evaluar su riesgo de padecer asma. Para ello, llevaron a cabo pruebas cutáneas de alergia a los bebés y también han observado si tenían una respiración sibilante, ya que ambos síntomas son considerados como factores clave a la hora de aumentar las probabilidades de asma.
Se concluyó que el riesgo de padecer asma era elevado en 22 de los casos.
A continuación, analizaron las heces de todos los bebés con tres meses de edad. Curiosamente, observaron que los bebés con mayor riesgo de asma presentaban unos niveles más bajos de cuatro bacterias concretas en sus heces en comparación con los demás.
Las bacterias en cuestión eran las siguientes: Faecalibacterium, Lachnospira, Veillonella, y Rothia (conocidas en su conjunto por las siglas FLVR).
Los científicos analizaron de nuevo los excrementos de los niños cuando cumplieron un año y descubrieron que las diferencias entre la composición de la microbiota intestinal de los dos grupos se había reducido. De todo ello dedujeron que estos cuatros microbios podían desempeñar un papel activo en la protección de los niños frente al asma.
Para comprobar esta teoría, los científicos llevaron a cabo un segundo experimento, pero esta vez con animales. Administraron muestras fecales de los bebés propensos al asma a roedores desprovistos de gérmenes. Como cabía esperar, estos ratones desarrollaron una inflamación pulmonar. Pero los científicos se percataron de que si añadían una combinación de los microbios FLVR a las heces, el riesgo de contraer asma de los roedores disminuía.
En opinión del pediatra de la Universidad de Columbia Británica de Vancouver Stuart Turvey, coautor del artículo, estos hallazgos pueden resultar útiles a la hora de identificar a edad temprana a los niños con un riesgo elevado de padecer asma. «De esta manera, se les podrá supervisar o tratar con más celeridad si acaban desarrollando la enfermedad», explicó durante una conferencia de prensa.
Esto significa que esos tres primeros meses constituyen un periodo crítico durante el cual las alteraciones en el desarrollo de una microbiota intestinal sana pueden conducir a padecer asma.
«Nuestro estudio recalca que durante esos 100 primeros días [de vida], la estructura del microbioma intestinal parece ser trascendental a la hora de influir en las respuestas inmunitarias que provocan el asma o nos protegen de ella», añadió Turvey, quien también explicó que una vez identificados los niños con un riesgo elevado de asma, se les puede tratar con una mezcla de estas cuatro bacterias (FLVR) a fin de prevenir la aparición de esta enfermedad respiratoria.
Durante los tres últimos decenios, los casos de asma han aumentado drásticamente, en particular en los países considerados como desarrollados.
Afecta aproximadamente al 14% de la población infantil mundial. Durante mucho tiempo, se pensó que los detonantes de esta enfermedad eran tanto factores genéticos como ambientales (contaminación), junto a la hipótesis de la higiene . Sin embargo, estudios realizados durante el último decenio ya apuntaban a que las alteraciones de la microbiota durante la infancia podían estar ligadas a las alergias y al asma.
«La prevalencia del asma se encuentra en claro ascenso en todos los países desarrollados del mundo. Numerosas pruebas demuestran que la microbiota podría realmente desempeñar un papel en esto [la incidencia de esta enfermedad respiratoria]. En efecto, las cesáreas aumentan el riesgo de asma respecto a un parto vaginal; la lactancia materna lo disminuye en comparación con la artificial; los tratamientos antibióticos durante el primer año de vida aumentan considerablemente la incidencia y vivir con una mascota o en una granja la reducen. Sin embargo, a pesar de que todos estos claros indicios sugerían que la microbiota podría estar involucrada, carecíamos de estudios que lo probasen», manifestó Brett Finlay, microbiólogo en la UBC, durante la conferencia de prensa.
Teniendo en cuenta que la microbiota intestinal varía en función de los orígenes y las culturas, los investigadores, ya han anunciado haber retomado el experimento con una muestra de niños más numerosa y diversificada que incluye niños de Ecuador. El objetivo es el de comprobar si esas cuatro bacterias, cuya relevancia se demostró durante el estudio inicial, podrían considerarse factores clave universales.