Abril es el Mes Mundial de Concienciación sobre el Autismo, un período para atraer la atención sobre unos trastornos que afectan a la comunicación, la interacción social y el comportamiento y que padecen aproximadamente 1 de cada 160 niños en todo el mundo y 1 de cada 44 en Estados Unidos.

Las altas tasas de síntomas gastrointestinales en estos pacientes, así como el creciente interés por el eje intestino-cerebro, han disparado la atención por el vínculo potencial entre los trastornos del espectro autista y el microbioma intestinal.

A pesar de este interés, el pequeño tamaño de la muestra y las diferencias en el diseño de los estudios han impedido que las investigaciones recientes identifiquen con precisión si y cómo contribuye el microbioma intestinal a los trastornos del espectro autista (TEA) en comparación con niños que no tienen dicho diagnóstico.

Para colmar el vacío de conocimientos sobre el papel potencial del microbioma intestinal en el TEA, el profesor Jacob Gratten y sus colegas de la Universidad de Queensland han hecho un  seguimiento de 247 niños de entre 2 y 17 años, entre los que se incluían pacientes con TEA, así como sus hermanos no diagnosticados y otros niños sin ningún parentesco también sin diagnóstico.

Los autores han analizado el ADN microbiano en las muestras de heces de sujetos con y sin un diagnóstico de TEA.  También se han tenido en cuenta la consistencia de las heces y otros factores como la edad, el sexo y los hábitos de sueño para comprender mejor qué afecta al microbioma intestinal y al comportamiento.

Sorprendentemente, a diferencia de los estudios previos sobre microbioma en pacientes con TEA, los autores no han encontrado un vínculo  directo entre el microbioma intestinal y el TEA, con la excepción de la especie Romboutsia timonensis, cuya presencia era menor en pacientes con TEA.   Lo que sí parecen sugerir sus observaciones es que los comportamientos repetitivos y restringidos asociados al TEA conducen a una pobre  diversidad de la dieta, la cual, a su vez, se asocia con un microbioma menos diversificado. Los resultados no parecen secundar estudios recientes que abogan por utilizar el microbioma intestinal como un objetivo terapéutico potencial para el tratamiento del TEA.

Por otra parte, Gratten y su equipo han observado una mayor tasa de heces blandas en los sujetos, lo que significa que experimentaron una menor absorción de agua en el colon y un tránsito más acelerado, lo cual afecta a la diversidad de la microbiota intestinal.  Este hallazgo es coherente con otros estudios que han constatado que  los pacientes con TEA a menudo padecen problemas gastrointestinales como diarrea, estreñimiento y dolor abdominal.

 

Conclusión

Aunque los autores no han podido identificar una asociación directa entre el microbioma intestinal y el TEA, han descubierto que los rasgos y preferencias relacionados con el autismo están vinculados a las preferencias alimentarias que resultan en una dieta menos diversificada, lo que conduce a una menor diversidad en el microbioma intestinal y heces similares a la diarrea.   Este nuevo estudio pone en duda estudios previos en animales que sugerían una participación causal de la microbiota intestinal en comportamientos relacionados con el TEA.

 

Referencia:

Yap et al., Autism-related dietary preferences mediate autism-gut microbiome associations, Cell (2021), https://doi.org/10.1016/j.cell.2021.10.015