Los indios Yanomami, que habitan en la selva amazónica de Venezuela, poseen la colección de bacterias más diversa jamás hallada en un ser humano, algunas ni tan sólo se habían detectado antes, según un estudio publicado en Science Advances. Algunos de esos nuevos microbios ejercen efectos beneficiosos sobre la salud, como proteger a sus portadores de cálculos renales.
Esta tribu semi nómada vive aislada en las montañas al sur del país de la misma forma que llevan haciéndolo durante miles de años. Hasta 2008 no habían mantenido contacto alguno con la civilización occidental. Pero ese año un helicóptero del ejército venezolano descubrió su poblado por primera vez. Y en cuanto la microbióloga María Gloria Domínguez-Bello, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, se enteró, rápidamente pidió permiso para poder estudiar a esta población antes de que se expusiera a dietas y a estilos de vida occidentales y antes de que perdiera, tal vez, su diversidad de microbios.
Así al año siguiente aterrizó en medio de la jungla una misión médica que recogió muestras de heces, de piel y de boca de 34 individuos voluntarios de entre 4 y 50 años. Luego las transportó a los Estados Unidos, donde Domínguez-Bello, coautora del estudio, y su equipo secuenciaron y analizaron el ADN microbial de esas muestras. A continuación, lo compararon al de un grupo de estadounidenses, así como el de otro pueblo indígena del Amazonas venezolano, los Guahibo, y el de residentes del área rural de Malawi, en el sur de África (sabiendo que estas dos últimas poblaciones tienen cierto grado de exposición a un estilo de vida y alimentación más occidentales).
Los investigadores descubrieron que los Yanomami tienen casi el doble de diversidad microbiana que los individuos estadounidenses, y entre un 30 y un 40% más que los malauíes y los Guahibo. “Esto sugiere que el estilo de vida moderno impacta la biodiversidad de nuestra microbiota; probablemente se pierden funciones que necesitamos, como por ejemplo el entrenamiento adecuado del sistema inmunitario en la infancia”, señala Domínguez-Bello.
La comunidad formada por miles de millones de bacterias que habitan nuestro intestino, la microbiota, desempeña un papel clave en la salud humana. Entre otras muchas funciones, nos ayuda a digerir los alimentos que tomamos y se encarga de entrenar y ayudar a madurar a nuestro sistema inmunitario. Estudios previos han relacionado una menor diversidad microbiana o la ausencia de determinadas bacterias con el aumento experimentado en las últimas décadas de enfermedades autoinmunes y metabólicas, desde asma, hasta Crohn, diabetes tipo I u obesidad, patologías muy prevalentes en sociedades occidentales y apenas existentes en países no industrializados.
“Estudiar poblaciones aisladas como los Yanomami es una excelente oportunidad que nos permitirá arrojar luz sobre las bacterias que nos faltan y la que estamos perdiendo, y de qué forma eso influye sobre nuestra salud. Ellos no tienen prácticas como el uso de antibióticos o las cesáreas, por ejemplo, directamente relacionados con la disminución de bacterias. Por eso es tan importante conocer mejor la microbiota de esta comunidad indígena de cazadores-recolectores antes de que se pierda”, considera María Gloria Domínguez-Bello.
En su análisis, los investigadores hallaron que los Yanomami, además de tener mayor diversidad en general, poseían cantidades elevadas de bacterias como Prevotella, Helicobacter, Oxalobacter o Spirochaeta, que apenas están presentes en personas que viven en países occidentalizados. Estudiaron qué funciones cumplían esos microorganismos y descubrieron que algunos ejercían efectos protectores, como por ejemplo Oxalobacter, que podría prevenir la formación de cálculos renales.
También descubrieron, para su sorpresa, que en la microbiota de esta tribu había genes responsables de la resistencia contra los antibióticos, incluso contra los de última generación, a pesar de que jamás habían tomado medicación ni tampoco habían comido animales tratados farmacológicamente. “Tienen los genes de resistencia pero no están expresados, lo que nos induce a pensar que seguramente cumplen otras funciones. Aún no lo sabemos cuáles”, señala Domínguez-Bello. Los científicos apuntan en el estudio que quizás esos genes proceden del intercambio entre las bacterias de la microbiota de los indígenas y bacterias que habitan en el medio que les rodean, en las que también pueden hallarse esos genes.
“En Occidente hemos perdido diversidad. Tenemos que estudiar a estos grupos para saber qué hemos perdido, qué funciones tenían los microorganismos que ya no tenemos y cómo podemos recuperar una microbiota sana”, indica Domínguez- Bello, que añade que “ahora el desafío que tenemos por delante es determinar de toda esa microbiota de la que carecemos cuál es la relevante para mantener la buena salud, tener un sistema inmunitario entrenado y uno metabólico saludable”.