Como ya hemos explicado con anterioridad en este blog, la leche materna es un elemento esencial para el desarrollo de la microbiota intestinal del bebé. Ahora sabemos también que un anticuerpo de la leche materna nos protege durante toda nuestra vida de afecciones como la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), creando defensas en la flora intestinal de los lactantes. Estas son las principales conclusiones de un experimento llevado a cabo con ratones recientemente publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) por un equipo ubicado en la Universidad de Kentucky que aclara además hallazgos similares en humanos.

Estos resultados corroboran las teorías cada vez más numerosas de que los beneficios de la lactancia materna persisten en la edad adulta. Muchos de esos beneficios se trasmiten a través de las colonias microbianas presentes en los intestinos, es decir, la microbiota intestinal.Los niños nacen estériles, pero su cuerpo es colonizado por bacterias externas en sus primeros momentos de vida. La mayoría de estos microbios se dirigen al tracto digestivo, y forman allí la flora intestinal. Lejos de ser peligrosas, la gran mayoría de estas bacterias resultan esenciales para la salud. Permiten a los niños y al hombre en general digerir ciertos alimentos, entrenar al sistema inmune y evitar que ciertos organismos infecciosos colonicen los intestinos.

En este último estudio, los científicos han centrado su atención en un componente específico de la leche materna, un anticuerpo denominado SIgA. Las crías de ratón (al igual que las humanas) obtienen este anticuerpo de la leche materna, mientras que los adultos lo producen de forma natural.

Los autores crearon unas madres roedores mutantes cuya leche no contenía SIgA. A continuación, observaron los intestinos de sus crías y descubrieron que contenían comunidades bacterianas muy diferentes a las de los ratones convencionales. Y, más concretamente, identificaron unos grupos de bacterias que se encuentran habitualmente en los pacientes con EII.

El paso siguiente consistió en exponer los ratones a alimentos que generan inflamaciones intestinales. El organismo de los roedores reaccionó activando una serie de genes que, una vez más, ya se habían relacionado con las EII en los humanos.

Estos resultados corroboran la idea de que los niños alimentados con leche materna podrían ser menos propensos a contraer una EII a lo largo de su vida. En estos momentos, el equipo está estudiando si enriquecer la leche maternizada con SIgA o administrar el anticuerpo a adultos con problemas intestinales contribuiría a mejorar su salud.