Existen numerosos estudios que describen cómo la dieta afecta a la composición de la microbiota intestinal, no es sin embargo el caso para el ejercicio físico (actividades como el baile, ciclismo, running, rugby o boxeo). Con este artículo pretendemos dar a conocer el efecto de estas diferentes actividades físicas en la microbiota intestinal.

Paul Cotter y su equipo de la Universidad de Cork (Irlanda) investigan el impacto de la alimentación y el deporte en la microbiota intestinal y durante mucho tiempo se han centrado en la forma en que la práctica intensiva de un deporte como el rugby modela la microbiota intestinal y las diferencias entre los efectos de los alimentos y los del deporte. En la actualidad, los investigadores estudian el impacto de algunas actividades deportivas de distinta intensidad sobre la microbiota intestinal de los deportistas y la composición de los metabolitos humanos y derivados.

Ya se había identificado con anterioridad diferencias en la composición del microbioma intestinal de los deportistas con respecto al de individuos sedentarios

Para ello, han seleccionado a 37 deportistas de élite 23 hombres y 14 mujeres de 16 disciplinas diferentes. Los deportes se han clasificado en función de la intensidad de contracción requerida y de las necesidades de oxígeno durante el ejercicio:

– Contracción muscular intensa/elevado consumo de oxígeno: ciclismo, boxeo;

– Contracción muscular intensa/bajo consumo de oxígeno: judo;

– Contracción muscular baja/elevado consumo de oxígeno: caminar y hockey sobre hierba.

Paralelamente, los investigadores han evaluado las dietas de los participantes mediante un cuestionario sobre su alimentación. Asimismo, han analizado su microbiota y sus metabolitos intestinales (moléculas residuales de la actividad celular) producidos por los deportistas o por su microbiota, a partir de muestras de heces y de orina.

Inicialmente, los investigadores habían identificado diferencias en la composición de la microbiota de los sujetos en función del tipo de deporte practicado. Por ejemplo, algunas bacterias, como Bifidobacterium, Lactobacillus, Provetella y F. prausnitzi eran más abundantes en el grupo «contracción baja/oxígeno elevado».

La actividad física, a través de la contracción muscular y el consumo de oxígeno que genera, puede inducir cambios en el perfil de la microbiota intestinal

“Nuestro equipo ya había identificado con anterioridad diferencias en la composición del microbioma intestinal de los deportistas con respecto al de individuos sedentarios. Sin embargo, esas diferencias estaban estrechamente vinculadas a la dieta”, explica Ciara O’Donovan, autora principal del artículo. “En esta cohorte de deportistas de alto nivel, a pesar de haber anulado el efecto de la dieta en la microbiota intestinal, hemos observado variaciones en la composición del microbioma intestinal”.

¿Puede la práctica de un deporte en particular afectar también a las funciones del microbioma intestinal de aquellos que lo practican? Con este estudio de las moléculas presentes en las heces o la orina de los deportistas, el equipo del Dr. Cotter ha conseguido reunir a deportistas que practicaban el mismo tipo de deporte (con una necesidad similar de contracción muscular y oxígeno) y sacar así a la luz la relación entre el deporte y el metabolismo de las bacterias intestinales.

Se puede por tanto concluir que la actividad física, a través de la contracción muscular y el consumo de oxígeno que genera, puede inducir cambios en el perfil de la microbiota intestinal, lo cual contribuye a explicar los beneficios del ejercicio para la salud. “Se puede considerar que el ejercicio físico es beneficioso para aliviar los síntomas de numerosas enfermedades, a pesar de que aún queda por aclarar la contribución del microbioma intestinal a esos beneficios. Es un campo de investigación que se abre de cara al futuro”, añade Ciara O’Dovan.

Referencias:

O’Donovan CM, Madigan SM, Garcia-Perez I, et al. Distinct microbiome composition and metabolome exists across subgroups of elite Irish athletes. J Sci Med Sport. 2020; 23(1):63-8. doi: 10.1016/j.jsams.2019.08.290.