El treinta y tres por ciento de las personas tienen un gen que las predispone a padecer la enfermedad celíaca (EC), sin embargo, solo se le diagnosticará esta enfermedad del dos al cinco por ciento de la población. Elena Verdú, Profesora asociada e investigadora de la Universidad McMaster en Canadá, decidió averiguar por qué solo una desafortunada minoría acaba desarrollando la enfermedad. «Sabemos que los genes intervienen, pero no son los únicos», afirma la científica. «Así que es muy probable que también tenga algo que ver con otros factores ambientales.»

En las personas celíacas, el gluten desencadena una compleja serie de procesos en el cuerpo. El intestino delgado es el escenario de toda la acción: cuando las enzimas comienzan a triturar las proteínas de gluten de los alimentos, el sistema inmunitario se pone en alerta máxima. Las células inmunitarias se activan por error, lo cual provoca daños intestinales y una absorción deficiente de los nutrientes. La única forma conocida de luchar contra esta enfermedad es evitar los productos que contengan gluten.

Verdú sospechaba que la microbiota intestinal podría afectar a las reacciones implicadas en la enfermedad celíaca. Para su equipo, la primera pista de que las bacterias intestinales pueden ser relevantes residía en el hecho de que se haya observado que los celíacos tienen un conjunto de bacterias intestinales diferente a los de las personas sanas.

Lo cual les hizo plantearse las cuestiones siguientes: ¿La modificación de la microbiota intestinal mejoraría o empeoraría la situación? ¿Existe un conjunto de bacterias específico que pueda proteger de la enfermedad a las personas predispuestas genéticamente? A falta de poder experimentar con humanos, Verdú decidió utilizar roedores.

Todos los ratones del experimento poseían el gen que los vuelve vulnerables a una enfermedad equivalente a la celíaca en humanos.

Los investigadores hicieron pruebas con tres grupos distintos: uno de ratones desprovistos de microbiota intestinal, otro con ratones con solo bacterias benignas (un grupo limitado conocido por mantener el equilibrio en el intestino), y el último, compuesto de ratones con una microbiota normal, compleja y que incluye bacterias con el potencial para causar la enfermedad.

El equipo de Verdú descubrió que con respecto a la EC, las bacterias podían actuar como aliadas o como enemigas. Las reacciones al gluten se habían incrementado en los ratones sin microbiota intestinal, así como en aquellos con una microbiota compleja. Sin embargo, en los ratones colonizados con bacterias benignas habían disminuido las reacciones al gluten, lo cual indica que esta mezcla bacteriana seleccionada especialmente había contribuido a activar las respuestas inmunitarias protectoras.

Los investigadores añadieron otro tipo de bacteria a la microbiota de los ratones con la mezcla microbiana benigna, una bacteria generalmente inofensiva que podría causar la enfermedad en ciertas circunstancias, es decir un patobionte, procedente de una persona celíaca. «Esto provocó que los ratones se volvieran vulnerables al gluten. Ya no estaban protegidos», asegura Verdú. En palabras de la autora del estudio, «lo importante no es solo la presencia o ausencia de bacterias, sino también el equilibrio entre comensales [inofensivos] y patobiontes.»

Al haberse llevado a cabo el estudio en ratones, es difícil determinar hasta qué punto se pueden aplicar sus resultados a los humanos. Sin embargo, significa un gran paso hacia la comprensión de lo que realmente sucede. «Acabamos de empezar a mostrar que las alteraciones del microbiota intestinal observadas en los estudios clínicos con humanos no son meras asociaciones, sino que las bacterias podrían desempeñar un papel inmunomodelador», afirma Verdú. Podría tratarse de bacterias normales que habitan en el intestino humano y que influyen en el sistema inmunitario de tal manera que afecta a la evolución de la enfermedad celíaca.

Verdú espera dar algún día con los grupos de bacterias que aceleran o frenan la actividad inmunitaria de la enfermedad celíaca. «Uno puede concebir que en familias de celíacos se pueda intervenir de alguna manera para reducir el riesgo», declara. Quizás entendiendo primero el ecosistema de bacterias ideal que reduce el riesgo de desarrollar la EC, y aportando después cepas probióticas para equilibrar la microbiota, la prevención -«el Santo Grial»- se ponga a nuestro alcance.