La microbiota intestinal puede influir en la eficacia de los fármacos que tomamos e incluso de tratamientos médicos para infecciones, como la provocada por el VIH, o para el cáncer. Es uno de los principales mensajes que se lanzaron en el último BDebate, una conferencia internacional de expertos impulsada por Biocat, la organización que coordina y promueve el sector de las ciencias de la vida y de la salud en Cataluña, y Obra Social ‘la Caixa’, celebrado en Barcelona y dedicado a las últimas investigaciones sobre el microbioma humano.

Núria Malats, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas y miembro del comité científico de esta conferencia, trabaja sobre cáncer pancreático, uno de los tumores más agresivos del tracto digestivo, y está interesada en identificar cómo bacterias que están en la cavidad oral aumentan el riesgo de cáncer de páncreas.

 

Estudios recientes han mostrado que la microbiota puede estar relacionada con la efectividad de algunos fármacos e incluso tratamientos, como es el caso de un gel antimicrobiano usado para evitar el contagio por VIH. En el caso del cáncer, ¿hay sospechas de que los microorganismos intestinales puedan influir sobre la quimioterapia?

Aunque estamos en fases preliminares, sí hay algunas evidencias. Por ejemplo, se está viendo que alterando la microbiota se puede modular el estado inmunológico y, por tanto, tener un efecto sobre el tratamiento del cáncer. Es un campo muy prometedor, porque algunas terapias en cáncer pueden finalmente ser moduladas mediante la modificación de la microbiota, pero todavía todas estas opciones son preliminares.

 

También se ha relacionado la microbiota no solo con el tratamiento sino con el desarrollo del propio cáncer.

Así es y hay varios ejemplos. Quizás el más paradigmático es el cáncer de colon, donde los resultados son bastante fehacientes y concluyentes. En otros cánceres también, yo por ejemplo estoy trabajando en páncreas y también existe una asociación entre microbiota y tumor. Quizás en este caso la asociación no es tanto con microbiota intestinal, que seguramente también existe pero no se ha estudiado tanto, sino que los resultados preliminares son con microbiota oral. En este sentido, hay un par de estudios a destacar: el primero realizado en una gran cohorte europea, en el que identifican anticuerpos en suero contra gérmenes orales, como la Porphyromonas gingivalis, asociados al aumento de riesgo de cáncer de páncreas.

Y luego hay otro estudio en cohortes americanas que también ha corroborado la presencia de este germen en la cavidad oral y lo han asociado a un aumento de riesgo de cáncer de páncreas.

 

Esas asociaciones, ¿son correlaciones o sabemos qué mecanismos hay detrás como para que ciertas bacterias aumenten el riesgo de padecer un cáncer de páncreas?

Son correlaciones. Todavía estamos en una fase incipiente. No se ha podido demostrar nada. Al parecer el germen nos lo tragaríamos, pasaría por el tracto intestinal y llegaría al colon y posiblemente mediante esta vía pasaría al páncreas. Y ese germen estaría provocando una infección crónica, una parainflamación y esta parainflamación sería la que estaría promoviendo el cáncer de páncreas. No obstante, desconocemos por el momento qué mecanismos hay detrás. En cambio, en el caso de cáncer de colon sí que hay estudios más mecanísticos sobre microbios en concreto y sobre cómo estos están afectando al desarrollo del tumor.

 

¿Cuándo se empezó a sospechar que el cáncer pudiera tener algo que ver con la microbiota?

Los primeros estudios en los que se empieza a asociar cáncer y microbiota son de hace relativamente poco, unos 5 o 10 años, que es cuando se empieza a descifrar la microbiota a nivel intestinal y a asociar a diferentes enfermedades. La enfermedad inflamatoria intestinal es la más evidente y luego el cáncer.

Sabemos que los cánceres son enfermedades multifactoriales complejas, por tanto, cualquier sugerencia que pueda aportar información sobre el escenario etiológico –el origen de la enfermedad- y los factores implicados y cómo interactúan es importante. Por tanto, los que trabajábamos en cáncer enseguida empezamos a estar interesados en explorar la relación con la microbiota.

En el caso del cáncer de páncreas, las bacterias que se empiezan a asociar a esta enfermedad también están asociadas a otros factores de riesgo de cáncer de páncreas, por ejemplo la diabetes mellitus, el asma, la obesidad.

 

En muchas enfermedades se ha visto que una alteración en el equilibrio o en la riqueza génica de la microbiota intestinal es un factor de riesgo para acabar desarrollando una patología. ¿Podemos usar la dieta para promover una microbiota rica, variada y equilibrada, y ayudar en el tratamiento de algunas enfermedades?

Es un tema un poco controvertido. Están, por un lado, los defensores de la dieta y, por otro, los de otros tratamientos más dirigidos.  En mi opinión, seguramente va a ser una combinación de ellos. No me imagino, por ejemplo, pacientes con cáncer de páncreas, que se diagnostica en estadios avanzados, intentando modular el tratamiento quimioterápico solamente con dieta. Para modificar o potenciar el tratamiento de los pacientes con cáncer seguramente se necesitarán estrategias más dirigidas. En cambio, en el ámbito de la prevención, una dieta que incluya prebióticos y probióticos, puede tener un efecto importante.