Cerca de 3,1 millones de niños menores de cinco años mueren cada año como consecuencia de la malnutrición, según datos del programa Mundial de Alimentos, la mayor agencia humanitaria internacional de lucha contra el hambre. A escala mundial, uno de cada seis niños, unos 100 millones, se encuentra por debajo de su peso idóneo y el 25 % de los niños padece raquitismo, una consecuencia incapacitante de la malnutrición y de las frecuentes y recurrentes infecciones que debilitan la salud del niño, que corre así el riesgo de padecer retrasos cognitivos, enfermedades inmunitarias, o incluso de morir.

Un nuevo estudio, publicado recientemente en la revista Cell, concluye ahora que la microbiota intestinal también podría desempeñar un papel principal en el retrasos en el crecimiento de los niños. Científicos de la Facultad de medicina Washington, en San Luis, Estados Unidos,dirigidos por Jeffrey L Gordon, han observado en dos modelos animales de malnutrición infantil que ciertos oligosacáridos pueden estimular la actividad de determinados microbios que fomentan el crecimiento.

Los investigadores colaboraron con científicos de Malawi, en África, un país en el que casi el 50 % de los niños menores de cinco años muestran signos de retraso en el crecimiento. Analizaron muestras de leche materna humana de madres de niños de seis meses, tanto sanos como raquíticos. Su interés se centró esencialmente en los oligosacáridos, un tipo de azúcar indigerible para los humanos, que las bacterias de nuestro intestino se encargan de triturar.

Descubrieron que dos tipos de oligosacáridos: los sialilados -implicados en el desarrollo del cerebro, por ejemplo- y los fucosilados, eran mucho menos abundantes en la leche materna de las madres con hijos raquíticos que en la de aquellas con niños sanos. Los autores del estudio recalcan que estos resultados sugieren que estos azúcares presentes en la leche materna podrían fomentar un crecimiento adecuado en los niños.

Para poner a prueba esta teoría, trasplantaron una mezcla bacteriana extraída de muestras fecales de niños malnutridos a ratones desprovistos de genes. Constataron que solo 19 de las 25 cepas bacterianas introducidas en los animales habían colonizado con éxito el intestino de los murinos. Durante las cinco semanas siguientes, alimentaron a ambos grupos de roedores (uno compuesto por ratones desprovistos de gérmenes y el otro por los roedores con bacterias trasplantadas) de tres formas diferentes. La primera consistía en un puré de alimentos típicos de la dieta habitual de los niños malawis (maíz, legumbres, verduras y frutas), poco apropiada para un crecimiento sano. La segunda se basaba en esa misma mezcla, pero enriquecida con oligosacáridos extraídos de la leche de vaca (con una concentración de esos azúcares 20 veces menor a la de la leche materna humana) y la última, en una mezcla de polímeros de fructosa generalmente utilizados en las fórmulas infantiles.

Al final del experimento, constataron que a diferencia de los animales desprovistos de gérmenes, los ratones trasplantados alimentados con la dieta malawi enriquecida con los azúcares de la leche habían ganado más peso y músculo, desarrollado unos huesos más densos y que su hígado y su cerebro habían experimentado cambios metabólicos. Esto significa que la microbiota intestinal podría ser una pieza clave en los efectos de los polisacáridos en el crecimiento de los niños.

Estas conclusiones indican asimismo que la lactancia materna podría contribuir a que los microbios beneficiosos se implanten y faciliten un desarrollo correcto del bebé. Los autores de este estudio se preguntan ahora si este fenómeno se puede atribuir a que las bacterias procesan esos azúcares y así producen los cimientos moleculares para asegurar un crecimiento adecuado del cuerpo del huésped. Tras los ratones, los expertos llevaron de nuevo a cabo la experiencia con lechones -más parecidos fisiológicamente al hombre que los roedores- y obtuvieron el mismo resultado.

Si bien aún es necesario ahondar más en la cuestión, este estudio sienta las bases para identificar los componentes de la leche materna necesarios para la buena salud del niño así como su interacción con la microbiota intestinal y otros componentes de la dieta. Asimismo, podría abrir la vía a la mejora de las fórmulas infantiles o de los alimentos terapéuticos empleados para tratar la malnutrición, y remplazar así la leche de vaca utilizada hasta ahora, carente de azúcares sialilados suficientes.

 

Referencia

Charbonneau et al.: «Sialylated Milk Oligosaccharides Promote Microbiota-Dependent Growth in Models of Infant Undernutrition» Cell,  http://dx.doi.org/10.1016/j.cell.2016.01.024