Dolor abdominal, flatulencia, hinchazón, malestar. Son algunos de los síntomas del Síndrome del Intestino Irritable (SII), un trastorno crónico que padece más del 20% de la población, con mayor impacto en mujeres. No hay tratamiento para curarlo, solo para aliviar los síntomas, y se desconoce su origen, aunque cada vez más investigadores sospechan que los desequilibrios en la microbiota intestinal podrían desempeñar un papel relevante en su desarrollo.

“Hoy por hoy no tenemos ningún biomarcador para diagnosticarlo. Los médicos se basan sólo en la sintomatología para hacerlo y también para recetar un tratamiento que alivie los síntomas más evidentes”, afirma Chaysavanh Manichanh, al frente del Laboratorio de Metagenómica del Instituto de Investigación Vall d’Hebron (VHIR), en Barcelona.

Pero, ¿y si las bacterias que pueblan el intestino pudieran servir para diagnosticar este trastorno y también para tratarlo de forma más adecuada? Manichanh y su equipo realizaron un estudio con 113 personas con intestino irritable y 66 personas sanas. En el primer grupo incluyeron los tres subtipos de pacientes: los que sufren diarreas, los que padecen estreñimiento crónico y aquellos que alternan las diarreas con el estreñimiento. En total, realizaron un análisis metagenómico del microbioma de 273 muestras fecales.

“Nuestros resultados muestran que las personas con SII con diarrea tienen una microbiota diferente de quienes tienen estreñimiento. Hemos incluso encontrado qué grupos de bacterias son distintas en unos pacientes y otros”, explica a Gutmicrobiotawatch.org esta investigadora.

El estudio, publicado en la revista Nature Scientific Reports, concluye que las personas con SII con estreñimiento tienen una composición de la microbiota intestinal similar a la de los voluntarios sanos pero, en cambio, muy distinta de la de aquellos con diarrea o que alternan diarrea y estreñimiento.

“Hemos visto que los que tienen diarrea padecen una pérdida más importante de la diversidad bacteriana en comparación con otros  grupos. Y esa pérdida se correlaciona con unas bacterias encargadas de producir butirato y metano”, indica Manichanh.

En concreto, el butirato se sabe que contribuye a la impermeabilidad de la barrera epitelial del intestino, de ahí que cuando las bacterias que lo producen están ausentes o tienen poca presencia, eso puede facilitar que los microbios del intestino traspasen esa barrera e interactúen con células inmunitarias o nerviosas de la pared intestinal. Respecto al metano, los científicos no solo han identificado que los pacientes con diarrea tienen menos microbios productores de este gas, sino que entre los pacientes con estreñimiento abundan este tipo de bacterias, con la ralentización del contenido intestinal.

El siguiente paso, señala Manichanh, será ahora diseñar nuevos experimentos con un grupo mayor de pacientes para confirmar estos resultados y también conseguir aislar las bacterias identificadas y determinar que son mecanismos clave en los diferentes subtipos del SII, o biomarcadores de este trastorno. De conseguirlo podrían iniciar un estudio clínico para trazar el perfil bacteriano o las bacterias implicadas en la enfermedad y poder aplicar un tratamiento específico para cada grupo de pacientes.

También el próximo año tienen previsto iniciar un estudio para intentar modular la microbiota intestinal a través de la dieta. “Sabemos que aquello que comemos tiene un impacto en la composición bacteriana. Los que comen más verduras, por ejemplo, tienen más cantidad de Prevotella, mientras que quienes toman más carne, de Bacteroides. Propondremos una serie de cuestionarios a voluntarios sanos y a pacientes para saber cómo es su dieta y luego analizaremos su microbiota para ver si existe una correlación”, explica la investigadora del VHIR.