Cada año, a escala mundial, más de un millón de niños nacen de madres infectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el virus responsable del SIDA. En la mayoría de los casos, se previene la transmisión de madre a hijo administrando un tratamiento antiretroviral a la madre durante el embarazo, el parto y la lactancia, así como tratamientos antiretrovirales al bebé durante un corto periodo.

A pesar de que esos niños no acaban infectados, son más vulnerables; tienen, por ejemplo, el doble de riesgo de mortalidad que los niños nacidos de mujeres sin VIH. Y hasta ahora, la razón tras estas diferencias en la supervivencia seguía siendo un misterio.

Un nuevo estudio realizado por investigadores del Instituto de investigación Saban del hospital infantil de Los Angeles (CHLA), publicado en la revista Science Translational Medicine, ha identificado a la microbiota intestinal como un factor muy importante.

Los científicos descubrieron durante el estudio que la infección por VIH en las madres podía alterar el desarrollo normal de una microbiota sana en sus bebés, expuestos al virus pero no infectados. Aunque las mujeres VIH negativas y positivas tenían unas microbiotas muy similares, los científicos descubrieron que las de sus hijos diferían considerablemente en función de si habían estado expuestos al VIH o no durante el embarazo.

En el estudio participaron 50 pares de madres e hijos de Port-au-Prince, en Haiti. La mitad de las mujeres eran VIH positivas y la otra mitad, negativas. Los científicos compararon las microbiotas intestinales de las mujeres y constataron que eran muy similares entre los dos grupos.

Sin embargo, cuando analizaron la microbiota de los niños, descubrieron notables diferencias entre ellas: para empezar, la microbiota intestinal de los bebés expuestos al VIH, aunque no infectados, era menos diversificada y madura que la de los que habían nacido de madres no infectadas. Es decir que los niños expuestos al VIH tenían unas comunidades microbianas alteradas.

Estos descubrimientos sorprendieron a los investigadores: teniendo en cuenta que las madres tenían microbiotas muy similares, no se podían achacar estas diferencias a la transmisión de microbiota entre madre e hijo. Los científicos decidieron orientar sus investigaciones hacia la leche materna. Al contrario que los países desarrollados, en los que se desaconseja a las madres VIH positivas dar el pecho a sus hijos (conforme al protocolo de la OMS), en los países en desarrollo con pocos recursos, a las mujeres infectadas con VIH sometidas a un tratamiento antiretroviral se les anima a recurrir a la lactancia materna debido a los múltiples beneficios de la leche humana para la salud.

Se sabe que ciertos nutrientes de la leche, los oligosacáridos, carbohidratos no asimilables para el organismo pero sí digeridos por la microbiota, hacen las funciones de prebióticos, estimulando el crecimiento de bacterias intestinales beneficiosas en el niño. De hecho, la leche materna humana es un factor clave en el desarrollo saludable de la microbiota intestinal del bebé y por consiguiente, de su metabolismo y su inmunidad.

Los investigadores analizaron los oligosacáridos en la leche materna de los dos grupos de mujeres y observaron cambios drásticos en las madres positivas a VIH. Según los autores del estudio, estos resultados sugerirían que las perturbaciones en el desarrollo correcto de la microbiota intestinal de los niños debidas a diferencias en los oligosacáridos de la leche materna explicarían las composiciones diversas de la microbiota intestinal de los niños y posiblemente, su vulnerabilidad.

Asimismo, los autores formulan la hipótesis de que los probióticos (bacterias beneficiosas) y los prebióticos (como ciertos oligosacáridos) podrían emplearse en los niños con riesgo y ayudarles a desarrollar una microbiota normal.

 

Referencias:

Bender JM, Li F, Martelly S, et al. Maternal HIV infection influences the microbiome of HIV-uninfected infantsScience Translational Medicine. 2016; 8 (349): 349ra100 DOI:10.1126/scitranslmed.aaf5103