¡Buenas noticias para los amantes de la barra de pan y el pan de molde de toda la vida! Menospreciado durante años por algunos nutricionistas por considerarlo una mera masa con gluten sin ninguna virtud para la salud, el pan blanco podría contribuir a incrementar algunos de las bacterias intestinales beneficiosas, según sostiene un estudio recientemente publicado en el  Journal of Agricultural and Food Chemistry.

Hace ya decenios que se conoce la estrecha relación entre la salud y la microbiota intestinal, así como que  una alimentación equilibrada es esencial a la hora de mantener une población de bacterias intestinales equilibrada y diversificada. Hasta la fecha, numerosos son los estudios que se  han centrado en los efectos de la comida ingerida sobre la flora intestinal y más específicamente en la fibra alimentaria. Pero muy poco se sabe sobre otros componentes altamente correlacionados de la dieta como los polifenoles Un equipo de investigadores de la Universidad de Oviedo y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se propuso llenar este vacío explorando la asociación de la composición de la microbiota intestinal y el consumo regular tanto de fibras como de polifenoles, presentes ambos de forma habitual en algunos alimentos que consumimos como la fruta, el té, las especias, el chocolate o el vino.

Reclutaron a 38 adultos sanos que tuvieron que contestar a un cuestionario sobre sus hábitos alimentarios. Asimismo, entregaron muestras de sus heces para su análisis. Contra todo pronóstico, los investigadores observaron que aquellos individuos que comían más pan tenían en los intestinos mayores niveles de lactobacilos -un grupo de bacterias beneficiosas que podrían mantener a raya los trastornos digestivos- en los intestinos.

Al parecer, el pan blanco aporta a la dieta hemicelulosa soluble (fibra alimentaria) y almidón resistente, dos productos vinculados de forma positiva a una mayor presencia de lactobacilos en los intestinos. «El efecto prebiótico de los cereales ha sido generalmente atribuido a los alimentos compuestos de granos integrales, por su alto contenido en fibra.  Sin embargo,  los resultados obtenidos revelan que el consumo de granos refinados, a menudo menospreciados a este respecto, también podría modular de forma beneficiosa la microbiota intestinal», explicaban los autores de estas investigaciones en un comunicado de prensa.

A pesar de todo, los investigadores también advierten de que es difícil determinar qué cantidad de almidón resistente proviene de la ingesta de pan y cuál de la alimentación en general. En su opinión, los efectos en la microbiota intestinal, que se atribuyen a menudo a fibras aisladas o incluso a polifenoles, podrían verse modificados por otros componentes de la alimentación. «A pesar de que el reducido tamaño del muestreo y la gran variabilidad de los individuos no permitan sacar conclusiones definitivas, nuestro estudio pone de manifiesto la relevancia de considerar el régimen alimenticio como un todo, y no como componentes aislados», argumentan los autores. Por lo tanto, en su opinión, los futuros estudios deberían centrarse en la alimentación en su conjunto y no en componentes individuales.