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Dieta y microbiota intestinal

Influencia de la dieta en la microbiota intestinal

Los factores ambientales especialmente el modo de vida, la dieta y los fármacos son más determinantes que nuestra genética para la composición y el funcionamiento de la microbiota intestinal.

Una dieta variada constituye nuestra “medicina básica”. Nuestra alimentación influye significativamente en nuestro intestino, así como sobre la composición y la función de las bacterias que albergamos.

La idea de que nuestra dieta tiene un impacto sobre nuestra salud y que nuestra salud comienza en nuestro intestino no es nueva. ¿Acaso no sugirió Hipócrates, el padre de la medicina, que “todas las enfermedades comienzan en el intestino”? En 1907, Elie Metchnikoff fue el primero en evocar que disminuir las bacterias nocivas en el intestino y remplazarlas por bacterias lácteas extraídas de alimentos fermentados podría prolongar la vida a través de la salud intestinal.

Y por fin, en el siglo XXI, hemos descubierto que además del componente hereditario asociado a la microbiota intestinal, los factores ambientales vinculados a la dieta y a la toma de medicamentos afectaban considerablemente a nuestra microbiota intestinal.

Estudios recientes han demostrado que nuestra dieta actual, rica en lípidos y azúcares, modifica la microbiota intestinal, lo cual podría explicar el desarrollo concomitante de diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades intestinales inflamatorias.

A fin de que la microbiota intestinal pueda preservar la salud humana, los científicos recomiendan una alimentación rica en carbohidratos considerados “fácilmente accesibles para nuestra microbiota”, los cuales abundan por ejemplo en los cereales integrales, las verduras o las nueces, así como de alimentos fermentados y un menor consumo de productos procesados. Más allá de los efectos ya documentados de la fibra alimentaria en la salud intestinal, otros nutrientes como carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas, minerales y compuestos como los polifenoles alimentos (con propiedades antioxidantes) también pueden actuar sobre la microbiota intestinal. Lo que comemos constituye por tanto el carburante principal de nuestras bacterias intestinales. La ciencia por fin ha corroborado la tan manida frase de “Somos lo que comemos” demostrando que, en última instancia, “somos lo que nuestras bacterias intestinales hacen con lo que comemos”.

Centrarse en la microbiota intestinal por medio de la dieta no solo es interesante en personas sanas, sino que también puede constituir un “adyuvante” del tratamiento médico de personas con una menor diversidad bacteriana. En otras palabras, mantener a través de la dieta un ecosistema intestinal bacteriano rico en términos de géneros de bacterias es un método avalado por la ciencia que permite mejorar nuestro modo de vida.

Pero no hay que olvidar que no reaccionamos todos de la misma forma a los alimentos. Si tenemos en cuenta que las respuestas del microbioma intestinal a la nutrición son únicas para cada individuo, el enfoque dietético universal deja de ser válido hoy en día, para ser sustituido por un enfoque nutricional personalizado, basado en el microbioma intestinal de cada persona.

  • Los prebióticos, fibra, probióticos y alimentos fermentados de nuestra dieta han sido minuciosamente estudiados. Ofrecen la posibilidad de mantener una microbiota intestinal sana, preservando su capacidad de resiliencia.

Un prebiótico es un alimento para las bacterias beneficiosas que albergamos en nuestro intestino. Los prebióticos se encuentran naturalmente presentes, aunque en pequeñas proporciones, en ciertas verduras (cebolla, ajo, plátanos, col, kale, raíz de achicoria y tupinambo) y en los cereales integrales. Los prebióticos pueden asimismo añadirse a ciertos alimentos como yogures, fórmulas infantiles, cereales, pan e incluso bebidas.

Si bien la mayoría de los prebióticos son fibras fermentadas por la microbiota intestinal, todas las fibras alimentarias no son prebióticos. Por esa razón, algunos científicos prefieren el término de “ o MAC por sus siglas en inglés, para designar los carbohidratos que no pueden ser digeridos por el hombre y quedan disponibles para las bacterias en el colon.

¿Por qué son buenos para nuestra salud? Los prebióticos pueden participar en la mejora del tránsito intestinal, contribuyendo por tanto a reducir el estreñimiento o la diarrea y mejorar ciertos trastornos asociados al síndrome del colon irritable.

Por otra parte, los metabolitos producidos durante la fermentación de los prebióticos por las bacterias del intestino, los ácidos grasos de cadena corta , más allá de un efecto local, pueden actuar sobre la regulación de nuestra saciedad. Sin embargo, consumidos en exceso, los prebióticos pueden provocar gases, hinchazón y/o diarrea.

Los probióticos son microorganismos vivos beneficiosos para la salud. Se encuentran generalmente en los yogures y ciertos alimentos fermentados y también existen en forma de complementos alimenticios.

Los probióticos pueden influir en la salud de muy diversas formas, independientemente de su presencia en el intestino o de las modificaciones que aportan a la microbiota intestinal residente.

Por ejemplo, los probióticos pueden:

  • interactuar con las células inmunitarias que tapizan el tubo digestivo;

  • ayudar a la microbiota intestinal a resistir ante el desarrollo de bacterias nocivas y;

  • producir ácidos grasos de cadena corta que a su vez ejercen un efecto beneficioso local o sistémico (es decir a escala del cuerpo humano).

Los probióticos pueden por tanto ayudarnos a mantenernos sanos:

  • aliviando los trastornos intestinales (diarrea, estreñimiento o hinchazón);

  • reduciendo los trastornos asociados a una mala digestión de la lactosa;

  • disminuyendo los trastornos del síndrome del colon irritable;

  • limitando los efectos secundarios del tratamiento para la eliminación de la bacteria Helicobacter pylori;

  • disminuyendo las infecciones respiratorias, intestinales, vaginales y de las vías urinarias;

  • equilibrando la microbiota intestinal tras la toma de antibióticos, antiácidos, medicamentos antidiabéticos, antiinflamatorios no esteroides y antipsicóticos;

  • aliviando los cólicos del recién nacido alimentado con leche materna;

  • reforzando el sistema inmunitario;

  • ayudando a reducir los problemas psicológicos (ansiedad y depresión, por ejemplo) tal y como lo han sugerido ciertas investigaciones que aún deben ser confirmadas.

Existe un amplio consenso acerca de la eficacia de los probióticos en la salud digestiva y el sistema inmunitario. Pero no hay que olvidar que no todos los probióticos son iguales. No actúan de la misma manera y no procuran los mismos beneficios. Estos están son sobre todo relacionados con cepas probióticas específicas, aunque dichas cepas tengan características comunes.

Más recientemente, aparecía el término « paraprobiótico » para designar los probióticos inactivos (es decir, bacterias muertas) como los componentes de la pared celular que pueden tener efectos beneficiosos para la salud del huésped.

Los simbióticos son una combinación de probióticos y prebióticos aportada por la alimentación o los complementos alimenticios con beneficios para la salud.

Los efectos de los simbióticos han sido estudiados más específicamente en los campos siguientes: enfermedades intestinales inflamatorias, diarrea, síndrome del colon irritable, síndrome metabólico, cáncer y enfermedades hepáticas y renales.

Los alimentos fermentados se obtienen mediante la transformación de un alimento por microorganismos vivos (bacterias, levaduras). La transformación aporta a este nuevo alimento una textura y un sabor diferentes. La transformación de la leche por las bacterias lácticas dará un yogur cuya digestibilidad y propiedades nutricionales serán superiores a las de la leche sin transformar (un contenido más elevado de vitaminas y minerales).

No todos los alimentos fermentados contienen probióticos, ya que no hay organismos vivos perfectamente caracterizados y buenos para la salud en todos ellos. El yogur es un buen ejemplo de alimento fermentado con probióticos. Gracias a las bacterias que contiene (Lactobacillus acidophilus y Streptococcus thermophilus), el yogur permite una mejor digestibilidad de la lactosa. Su consumo ha sido demás vinculado a un modo de vida más sano.