Para algunos, es la mantequilla de cacahuetes. Para otros, el pollo frito. Las personas que padecen síndrome del intestino irritable (SII), tienen muy claro cuáles son los alimentos que desencadenan sus síntomas. Este trastorno funcional se caracteriza por síntomas gastrointestinales (GI) que pueden incluir dolor abdominal, flatulencia, gases, estreñimiento o diarrea.

Sin embargo, desde un punto de vista científico resulta más complicado identificar con certeza los patrones dietéticos que afectan a los síntomas de estas SII. Aunque cada vez son más las pruebas que apuntan a que existe un tipo de alimentación en particular que consigue reducir la totalidad de los síntomas SII en la mayoría de los pacientes: la dieta baja en oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables (baja en FODMAP).

El Dr. James Versalovic, de la facultad de medicina Baylor (Estados-Unidos), un centro pionero en la investigación sobre niños con trastornos funcionales del intestino, se ha propuesto descubrir con su equipo de investigación la forma de utilizar la dieta baja en FODMAP para reducir el dolor abdominal recurrente tanto en niños como en adultos.

«Una [dieta baja en FODMAP es] en la que se cambian todas las clases de alimentos de forma deliberada», relata Versalovic durante una entrevista concedida por teléfono a los editores de GMFH. «No se trata simplemente de «comer más fruta y verdura» sino que hay ciertas frutas y verduras que elevan el contenido de FODMAP de una persona, mientras otros lo mantienen bajo». Esta dieta fue desarrollada por investigadores de la Universidad Monash (Australia) y en la actualidad grupos del mundo entero están estudiando sus beneficios potenciales. La dieta se basa esencialmente en una menor ingestión de carbohidratos de cadena corta, difíciles de absorber por el organismo, así como de alimentos ricos en fibra, que las bacterias fermentan en el intestino grueso. Las frutas consideradas aceptables incluyen plátanos, bayas y cítricos, por ejemplo, y excluye otras como manzanas, peras y frutas con hueso. Las pautas de la dieta prohíben el consumo de miel, edulcorantes, trigo y legumbres, mientras que permiten los zumos, el azúcar, la avena y el arroz.

Versalovic y sus colegas publicaron un estudio en 2015 que mostraba que los niños con SII que seguían una dieta baja en FODMAP padecían menos dolores abdominales que aquellos que se alimentaban tradicionalmente. Estos resultados concuerdan con los de estudios anteriores que llegaron a la conclusión de que hasta el 86% de los pacientes de SII mostraban una reducción global de los síntomas gastrointestinales cuando se sometían a esta dieta.

La siguiente cuestión, esencial, es descubrir el funcionamiento de la dieta baja en FODMAP: si los científicos consiguieran encontrar una respuesta, podrían descubrir no solo como afinarla para obtener mejores resultados, sino también cómo ayudar al pequeño porcentaje de enfermos de SII que no consigue mejorar con esta dieta. Algunos investigadores sospechan que la eficacia de la dieta podría tener relación con su impacto sobre la microbiota intestinal. En esta línea, un estudio de 2015 del equipo de la universidad Monash descubrió que Monash descubrió que el contenido en FODMAP de la dieta de los que participaban en el estudio modificaba la composición de la microbiota intestinal tanto en individuos sanos como enfermos de SII. La vinculación entre estos cambios microbianos y la eliminación de los síntomas sigue siendo algo confusa, pero es posible que la dieta altere la microbiota intestinal de manera que reduce la producción de gas y el dolor.

La microbiota intestinal del paciente antes del cambio de alimentación también puede ser relevante. Últimamente Versalovic se ha centrado en encontrar la forma de determinar, a partir de la microbiota intestinal del paciente antes del tratamiento, si este responderá de forma positiva a la dieta. «Ciertas características microbianas podrían estar vinculadas con la respuesta o ausencia de respuesta a la dieta [baja en] FODMAP», explica Versalovic. «Estamos trabajando en la identificación de esas características microbianas que nos permitan, a partir de una muestra de heces, por ejemplo, determinar si una persona en concreto responderá o no a la dieta».

Y este estudio publicado en 2015, mostraba que antes de someterse a la dieta baja en FODMAP, los pacientes susceptibles de responder al tratamiento tenían más tipos de bacterias capaces de descomponer las moléculas de azúcar.

Los resultados de los estudios actuales sobre la dieta baja en FODMAP deberían ser interpretados con cautela, ya que los investigadores no han incluido grupos de placebo genuino y no han establecido aún si la dieta es significativamente más eficaz que otras. Asimismo, Versalovic, advierte de que los resultados de sus estudios pediátricos podrían no ser extrapolables a los adultos con SII. Y recalca que «la gran mayoría de nuestros niños tienen SII con estreñimiento, mientras que el SII de los adultos suele ir acompañado de diarrea. Por lo tanto, se trata de casos completamente diferentes». Y si bien la reducción de los síntomas es un fin en sí mismo, muchos profesionales de la salud recomiendan la dieta baja en FODMAP solo para períodos cortos ya que siguen sin conocerse sus efectos a largo plazo en la salud. En lo que respecta a los niños, descubrir esos efectos a largo plazo resulta particularmente relevante.

 

 

Fuentes:

Chumpitazi BP, Cope JL, Hollister EB, et al. Randomised clinical trial: gut microbiome biomarkers are associated with clinical response to a low FODMAP diet in children with the irritable bowel syndrome. Alimentary Pharmacology & Therapeutics. 2015; 42(4):418-427. doi: 10.1111/apt.13286

Halmos EP, Christophersen CT, Bird AR, Shepherd SJ, Gibson PR, Muir JG. Diets that differ in their FODMAP content alter the colonic luminal microenvironment. Gut. 2015;64:93-100. doi:10.1136/gutjnl-2014-307264