La única forma en que tu sistema nervioso central puede obtener información sobre el mundo que lo rodea es aprovechando los sentidos y, especialmente, el intestino, que está repleto de millones de bacterias.

El intestino y el cerebro se comunican entre sí todo el tiempo a través de diferentes canales y también se influyen entre sí. Los nervios antes de un evento importante a menudo pueden provocar una sensación de malestar en el intestino y, del mismo modo, si no tratas bien tu microbiota intestinal y no alimentas a esas bacterias con los nutrientes que necesitan para prosperar y vivir felices, puedes sentirte emocionalmente bastante deprimido.

Puede sonar un poco aterrador pensar que tus emociones y tu estado de ánimo dependen de tu microbiota intestinal y que, de alguna manera, controla el cerebro. De hecho, esta relación solo se descubrió hace dos décadas y, desde entonces, se ha convertido en un campo de investigación muy productivo. Premsyl Bercik, gastroenterólogo e investigador de la Universidad McMaster (Canadá), es uno de los científicos pioneros que descubrió y demostró que existe un vínculo entre la salud mental e intestinal.

El equipo de edición de GMFH lo entrevistó para hablar sobre los fascinantes descubrimientos de los últimos meses sobre el llamado «eje intestino-cerebro».

 

Varios estudios publicados en 2020 han agregado más evidencia a la hipótesis innovadora de que las bacterias intestinales pueden afectar el comportamiento e incluso la estructura del cerebro.

Es cierto. Estamos aprendiendo paso a paso cómo sucede esto. Los últimos estudios disponibles han demostrado que existen múltiples vías por las cuales el microbioma interactúa con el cerebro, ya sea a través de metabolitos [moléculas de desecho producidas por las bacterias] o interactuando directamente con los nervios. Hemos comenzado a identificar las bacterias que pueden tener estos efectos positivos o negativos en el cerebro. Además, desde un punto de vista clínico, si hablamos de ansiedad, depresión, los medicamentos actuales funcionan solo en una cierta proporción de pacientes; necesitamos, sin duda, nuevos objetivos y enfoques.

Y esto también se aplica, de hecho, a los trastornos neurodegenerativos. Para muchos de ellos, no tenemos una cura, realmente no comprendemos completamente el mecanismo subyacente. El microbioma, nuevamente, puede ofrecer nuevos conocimientos sobre el desarrollo de la enfermedad.

 

¿Existen ensayos clínicos o estudios dirigidos a la microbiota intestinal para tratar trastornos o enfermedades?

Actualmente existen múltiples estudios, algunos muy alentadores, aunque pequeños, que sugieren que bacterias específicas o incluso el trasplante de microbiota fecal (FMT por sus siglas en inglés) pueden proporcionar algún beneficio terapéutico en pacientes con trastornos del sistema nervioso central.

 

En 2020, Elaine Hsiao, investigadora de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), mostró en un estudio publicado en Nature cómo la microbiota intestinal materna modula el neurodesarrollo fetal en ratones.

Ya se sabe desde hace algún tiempo que la disbiosis del microbioma materno, causada ya sea por infecciones, cambios en la dieta o estrés, durante el embarazo puede tener un efecto negativo sobre la función cerebral y el comportamiento de la descendencia. El estudio dirigido por Hsiao mostró que el agotamiento y la reconstitución selectiva del microbioma materno influye en el neurodesarrollo fetal. Este experimento se realizó en ratones tratados con antibióticos o en ratones libres de gérmenes. Lo que me gustó es que observaron el mecanismo específico e identificaron cambios en la formación de nuevos axones*. Estos son clave para la comunicación neuronal y, en particular, en ciertas áreas del cerebro, como la corteza del tálamo**. Esto se puede prevenir mediante la colonización de bacterias, lo que apunta nuevamente al papel de la microbiota intestinal en la vida temprana.

 

El desequilibrio de la microbiota intestinal también se ha relacionado con algunas enfermedades neurológicas, como el Parkinson, el autismo y la esclerosis múltiple. También en Nature, investigadores de la Universidad de Harvard identificaron una nueva conexión entre el intestino y el cerebro en la esclerosis lateral amiotrófica o ELA.

La ELA es una enfermedad mortal que afecta a las neuronas motoras de la columna vertebral y la corteza cerebral. Sabemos que además de los factores genéticos, también hay algunos factores ambientales que pueden influir. Nuevamente, este estudio mostró que, en ratones con una mutación genética común de ELA, cambiar su microbioma intestinal (después de usar antibióticos o trasplantes fecales) podría prevenir o mejorar los síntomas de la enfermedad. La razón es que existen algunas bacterias que pueden estimular el sistema inmunológico y como la ELA es una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmunológico reacciona de forma exagerada, reduciendo la abundancia de esas bacterias se puede mejorar la inflamación sistémica o incluso la autoinmunidad y por tanto la mortalidad de los ratones. Sin embargo, estos resultados de experimentos con ratones deben confirmarse en humanos.

 

Los psicobióticos, algunos de los cuales son probióticos, se pueden usar como medicamentos para tratar síntomas o incluso afecciones. Fueron uno de los temas candentes de 2020. Es realmente tentador pensar que podríamos tratar la depresión o la ansiedad sin medicamentos ni antidepresivos y, por ejemplo, usar probióticos en su lugar.

Psicobiótico es un término acuñado por los investigadores de la Universidad de Cork, Ted Dinan y John Cryan. Ciertos probióticos se describen como psicobióticos porque han demostrado una capacidad para mejorar la ansiedad, la depresión u otros síntomas relacionados con trastornos neuropsiquiátricos o neurodegenerativos. Tenemos muchos ensayos preclínicos que muestran el efecto beneficioso de los probióticos, pero creo que es un verdadero desafío traducir esto con éxito en la práctica clínica. Además, sabemos que existen numerosos ensayos clínicos, generalmente pequeños, que encontraron que los probióticos pueden funcionar, hay incluso varios metaanálisis que muestran que estos ensayos clínicos pueden mejorar estos trastornos y, en particular, parecen ser efectivos para la depresión.

Pero en general, estos estudios son heterogéneos con respecto a su diseño, resultados clínicos, tipos de probióticos y también cohortes de pacientes. Entonces, creo que debemos usar el mismo enfoque que aplicamos para las pruebas de drogas convencionales, para ansiolíticos y antidepresivos. Necesitamos estudios bien diseñados y reproducibles para confirmar los resultados positivos iniciales en posteriores ensayos más grandes. Y, si es posible, necesitamos identificar ciertos biomarcadores que nos permitan identificar a los pacientes o cohortes de pacientes, para quienes estos psicobióticos pueden ser efectivos.