El cerebro es el órgano más protegido del cuerpo. La capa de células que lo recubre actúa como un eficiente guarda que controla el paso y el intercambio de nutrientes y moléculas entre el torrente sanguíneo y el parénquima cerebral, el tejido nervioso del cerebro (compuesto de células gliales y neuronas). Esta barrera, denominada barrera sangre-cerebro, es esencial para la salud del cerebro, el sistema nervioso y su buen funcionamiento.

Ahora, nuevas investigaciones realizadas con roedores sugieren por primera vez que la microbiota intestinal podría desempeñar un papel crucial en la integridad y el desarrollo de esta barrera cerebral. En un estudio publicado en la revista Science Translational Medicine, investigadores del Instituto Karolinska de Suecia comparaban lo que sucede en la barrera sangre-cerebro de dos grupos de ratones: los del primero habían nacido de madres libres de gérmenes, mientras que los segundos habían nacido de un grupo normal de roedores-hembras sanas, expuestas a bacterias de forma natural.

Constataron que las crías del primer grupo tenían una barrera sangre-cerebro defectuosa. Para comprobarlo, inyectaron moléculas con colorante y les siguieron la pista a través del cuerpo. En los animales normales, estas substancias nunca hubiesen atravesado la barrera y no hubiesen entrado en el sistema nervioso. Sin embargo, en el primer tipo de ratón, acabaron por aparecer en el cerebro. Esto condujo a los investigadores de Karolinska a concluir que la ausencia de microbiota intestinal está directamente vinculada a una mayor permeabilidad de la barrera sangre-cerebro a potenciales moléculas dañinas.

Viorica Braniste, una de las autoras del estudio, declaraba en un comunicado de prensa del Instituto Karolinksa  que: “los resultados demostraban que la presencia de microbiota intestinal materna durante la última parte de la gestación bloqueaba el paso de anticuerpos de la circulación al parénquima cerebral del feto en desarrollo. Por el contrario, en los fetos de esa misma edad del grupo nacido de madres sin gérmenes, dichos anticuerpos consiguieron cruzar la barrera sangre-cerebro y fueron detectados en el parénquima cerebral”.

Los científicos también querían descubrir si los efectos de la ausencia de microbiota intestinal eran permanentes. Para ello trasplantaron microbiota intestinal de ratones sanos a roedores sin gérmenes y comprobaron que esto provocaba la recuperación de la función de la barrera.

En opinión del Profesor Sven Pettersson, el investigador al mando de este estudio y miembro del Departamento de Microbiología, biología tumoral y celular del Instituto  Karolinska, “teniendo en cuenta que la composición de la microbiota evoluciona con el tiempo, es lógico deducir que la integridad de la barrera sangre-cerebro puede también fluctuar en función de la microbiota”. Los investigadores no saben aún cómo se producen estos efectos, cuáles son las demás señales, o qué bacterias desempeñan la función principal. El estudio ha confirmado estas hipótesis con los roedores, pero aún habrá que demostrar que estas conclusiones también son válidas para los humanos. Si efectivamente se pudieran extrapolar al hombre, esto significaría que, además de la dieta, el hecho de que una mujer embarazada haya estado expuesta o no a antibióticos podría asimismo influir en el desarrollo de la barrera sangre-cerebro y el sistema nervioso del bebé.

En palabras de Pettersson, “estos descubrimientos ponen aún más de relieve la importancia de los microbios maternos durante los primeros momentos de vida ya que nuestras bacterias son parte integrante de la fisiología de nuestro cuerpo”.